Omar Rivera
A solicitud del embajador de los Estados Unidos de América en Honduras, Hugo Llorens, los candidatos presidenciales que simpatizan con el golpe de Estado visitaron al presidente de facto, Roberto Micheletti Bain, y luego al mandatario constitucional Manuel Zelaya Rosales, con la intención de reimpulsar el dialogo entre las partes en conflicto, que había empezado -y fracasado también- en San José, Costa Rica, bajo la mediación del presidente Oscar Arias Sánchez.
Estos esfuerzos de Bernardo Martínez del Partido Innovación y Unidad, Elvin Santos del Partido Liberal, Felicito Avila del Partido Demócrata Cristiano y Porfirio Lobo del Partido Nacional, se realizaron aprovechando la estadía de Zelaya Rosales en la embajada de Brasil en Tegucigalpa y la disposición de este para buscarle una salida negociada a la crisis política que tiene a Honduras sumida en la ingobernabilidad y la arbitrariedad.
Si bien es cierto el teatro armado por el diplomático estadounidense es una forma "lavarle la cara" a los presidenciables, haciéndoles recuperar el prestigio y popularidad que han perdido por la pusilanimidad con la cual han actuado en este conflicto, sin duda alguna puede ser el punto de partida para retomar la negociación que fue abandonada en la capital costarricense cuando el sexteto de comisionados nombrados por Zelaya Rosales y Micheletti Bain, no se pusieran de acuerdo.
El presidente de facto dijo que estaría dispuesto a echarse a un lado para facilitar la solución, mientras que el legitimo jefe del Poder Ejecutivo, desde la embajada brasileña convertida en ergástula diplomática, manifestó que
estaba en la disposición de firmar el Acuerdo de San José de inmediato para solventar esta lamentable situación.
Estas palabras y las imágenes pletóricas de abrazos entre verdugos y victimas del despotismo, hicieron creer a más de alguno que las cosas podrían ir por buen camino, que la negociación se activaría y que la solución del conflicto estaba a la vuelta de la esquina. Pero como dicen en la ciudad "Perla del Ulúa", gallina que come huevos, aunque le quemen el pico; en lugar de crearse un clima apto para aproximar a las partes y buscar que la razón se impusiera sobre la fuerza bruta, el régimen autoritario que actualmente dirige abusivamente los destinos de la nación echo al cesto de la basura toda ilusión ciudadana al intensificar la represión, hostigando a los temporales inquilinos de la embajada de Brasil, flagelando a todo aquel que se solidarizara con Zelaya Rosales, limitando libertades, violando derechos y suspendiendo garantías constitucionales a los hondureños. Parecía una clara señal que los golpistas si estaban interesados en negociar, pero poniéndole una pistola en la frente a su contraparte.
Natalia Peral y Rolf Freier, dos distinguidos especialistas en resolución de conflictos, me enseñaron que una condición indispensable para iniciar un proceso de negociación entre partes confrontadas es el "cese de hostilidades". No hay forma de dialogar cuando cada uno de los que participan en el dialogo le apunta al otro con un fusil o lo descalifica a través de los medios de comunicación; si de verdad se desea resolver un problema, las partes en conflicto se deben sentar e iniciar un proceso encaminado a reconciliarse, a identificar los temas candentes, disminuir la tensión, impulsar la interacción directa, facilitar un acuerdo negociado en torno a temas de fondo mediante el uso del razonamiento, la persuasión, el control efectivo de la información y la sugerencia de alternativas, en el marco de la aceptación que existen asimetrías de poder y la necesidad de establecer salvaguardas que eviten la impunidad de los que transgredan el pacto suscrito.
No se trata -como dice mi amigo Guido Oqueli Sanabria- de un dialogo a lo Gorila, donde "yo hablo y tu tienes el derecho agachar la cabeza y decir que `SI´ a todo lo que digo".
Si de verdad quieren dialogar, negociar y resolver este conflicto que afecta a todos los hondureños, las partes -especialmente las que detentan el poder- deben garantizar el cese de hostilidades, pues de no ser así, estamos -ellos y nosotros- arando en el desierto.
Posdata: A la hora de hacer público este artículo, Roberto Micheletti Bain ha dicho que "no ha llegado la hora de sentarse" a dialogar con Manuel Zelaya Rosales, con lo que reafirma la falsedad de esa voluntad que a veces
-cuando esta nervioso y acorralado- dice tener para resolver esta crisis y hacerse a un lado para facilitar una solución a la crisis política que él, militares y diputados propiciaron.
Tegucigalpa, MDC - 26 de septiembre de 2009
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