martes, 1 de septiembre de 2009

PORFIRIO LOBO SOSA: DE MARXISTA A GOLPISTA

Oscar Amaya Armijo

Porfirio Lobo resultó ser una rara mutación política: de marxista a furibundo nacionalista y, sobre todo, trasformarse a las ideas más conservadoras de ese partido, el cariìsmo ultramontano.

Nadie olvida cuando en la campaña anterior, Porfirio Lobo, esgrimía un puño de hierro, aludiendo las prácticas represivas del dictador hondureño, el general Tiburcio Carias Andino.

Atrás había quedado la formación marxista que recibió en el Partido Comunista y en la escuela de cuadros de la Vieja Unión Soviética. Por supuesto, habría que agregar a esto, todos los años de dura clandestinidad en las estepas de Olancho, para salvaguardarle su cobertura legal, de ser un hijo de la oligarquía militando en un partido de izquierda.

Era tan protegido este hombre, que hasta habían formado una cadena de enlaces para llevarle hasta la ciudad de Juticalpa, el periódico Vanguardia Revolucionaria, de tal modo que nadie conociera su identidad. Era una especie de gran tesoro escondido.

Los jóvenes de izquierda, que llegaron a conocer el secreto de su militacia, se enorgullecían de tenerlo en sus filas; apreciaban en él, al prohombre que necesitaba Honduras para realizar la revolución democrático burguesa que liquidaría las relaciones semi feudales aún persistentes en el modo de producción.

Los muchachos buscaban explicaciones en los manuales de marxismo de aquel extraño caso de militancia, y allí estaban: Su ubicación de clase no coincidía con su posición de clase. Él era hijo de terratenientes pero militando en el partido de los obreros y campesinos. Era un triunfo de la ideología y sus mecanismos de persuasión, decían. Entonces abandonaban las células clandestinas, regocijados, pues tenían en sus filas aquel portento.

Según sus más cercanos colaboradores, afirmaban que Pepe, como solían nombrarle, era un valiente militante que cumplía a cabalidad con las disposiciones de los organismos partidarios. Se cree que su liderazgo en Olancho lo edificó cumpliendo tareas del PCH en el seno de las masas campesinas.

Quienes le vieron su accionar, también aseguran que en esa época fue un hombre comprometido con la revolución centroamericana, a la que ayudó sin condición alguna. Esa entrega y dinamismo era lo que más admiraban los jóvenes revolucionarios de aquella aciaga época de desaparecidos y matanzas.

Pero en un día cualquiera de la fatídica década de los ochenta, Porfirio Lobo Sosa, sin pudor alguno, anunciaba su adhesión al Partido Nacional. Los jóvenes, entonces, boquiabiertos, se conmovieron, al ver que la imagen del protohombre que se habían formado, desaparecía hecha añicos por aquel cambio radical.

No faltaron las explicaciones: unos decían que Pepe Lobo se afilió al nacionalismo para escapar de la represión impulsada por Gustavo Álvarez Martínez; otros, que no, que el hombre desde allí conspiraría contra el orden establecido, que desde el Congreso Nacional, del cual fue su presidente, echaría las bases de la revolución.

Sin embargo, para decepción de sus admiradores ocurrió todo lo contrario: Pepe Lobo no solamente regresaba a su ubicación de clase, sino que también volvía a su antigua posición de clase, el de sustentar las ideas y las prácticas de la oligarquía terrateniente burguesa, de donde provenía.

Fue terrible ver a Pepe esgrimir aquel puño de hiero, el que para muchos significó una rara mezcla de estalinismo y cariìsmo, jamás vista en el ámbito político; una simbiosis represiva que ahora cobra vida en el crudo accionar del golpismo hondureño.

Es más: para que no quepa duda alguna de su comportamiento político, Pepe Lobo, ahora echa raíces con el sector más desnacionalizado de la oligarquía, al abanderar uno de los golpes de Estado unánimemente condenado por todas las naciones del mundo.

Hoy estamos frente a un hombre que habiendo sido marxista se convirtió, por obra y gracia de la oligarquía y del imperialismo, que tanto combatió, en candidato golpista, para participar en unas elecciones espurias.

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