From: Marco Antonio Arias M
Pepe II
La estrategia de Pepe está clara: decir que siempre ha llamado al diálogo, para contestar el 98.72% de las preguntas que se le hacen; sonreír sin gracia; y tratar de capitalizar el hecho de que M. Zelaya y el diputado de Yoro golpista ―que representa a la mara del 28―, son liberales. Es una estrategia interesante: no ha botado mucho dinero en pancartas, ni en propaganda callejera; su imagen aparece lo menos posible en sus “spots” televisivos, y está perfeccionando el arte de la evasión. Ha agregado a su “dinámica” alocución, la idea de no contestar insultos y muchos menos proferirlos, y ha descubierto que se puede contestar a casi todo con la misma respuesta, pues le basta cambiar un par de palabras introductorias, para que la idea de “diálogo” resuelva mágicamente todos los quebrantos humanos y se vuelva un sinónimo universal [de ahí su estrategia]. No contesta directamente a la vital pregunta de si apoya al diputado sociópata de Yoro. Es obvio, que lo obvio, no es obvio para él y sus asesores. Sería más digno, y menos hipócrita, ponerse un letrero en la frente que dijera “Soy golpista de corazón”, y cargar de frente con esa enseña para ver que le depara el futuro. Pero no es necesario, ni es aceptable, pues Pepe sabe que los verdaderos golpistas son cínicos profesionales e hipócritas irredentos, así que siendo golpista furibundo, va a seguir haciéndose el papo, va a esquivar el tema, y va a insistir con su campañita evasiva, tácita y carroñera.
Las campañas electorales de nuestros políticos siempre han sido mediocres ―con eso ha bastado―, pero la campaña de Pepe parece estar destinada a superar la mediocridad y a naufragar en los pantanos de lo execrable. Sus propuestas no son absurdas, ni son geniales, ni son mediocres: simplemente no existen. Hay dos cosas que resaltan en su página web oficial: primero, que no hay ninguna propuesta, y segundo, que lo único que existe es una serie de fotos, videos y noticias, donde resaltan los mensajes vacuos, evasivos, y timoratos del líder nacionalista.
Por supuesto, Pepe hace ofrecimientos [no sé si eso es lo que él llamará propuestas de gobierno], y leyendo sus noticias y escuchando alguna de sus aburridas comparecencias públicas, se puede encontrar algunas: habla de un bono tecnológico y de tecnificación agrícola [¿les suena?], habla de seguro médico para un millón de hondureños, de becas para los mejores estudiantes, de educación bilingüe en las escuelas públicas y de modernizar la educación; habla de apoyar a los inversionistas, de apoyar a las alcaldías, de combatir la delincuencia [con el regreso de los super-hombres], y de otras cosas de ese estilo. ¡Jesús, María y José señores!, el hombre ya tiene claro como cambiar el país, tanto que afirma que cuando esté montado en la burra que botó a Mel, va a firmar, con todos los sectores, un plan de país. ¡Ave María Purísima señoras! No nos quiso aclarar que el tal plan, tiene casi treinta años en marcha, y que lo que él en realidad va a hacer, es agregarle unas cuentas migajas para que nadie más brinque.
Bueno, en resumen, el candidato nacionalista tiene la vida resuelta: se ríe a carcajadas “del otro”, que creyó, que duplicando su hipocresía al apoyar el "parto" de San José, iba a unir las aguas del mar muerto; se ha hecho inmune a los ataques y las insinuaciones, y se declara mudo para contestarlas; nadie le ha tirado agua, ni huevos, ni tomates podridos; sabe que la izquierda hondureña jamás a podido organizarse, porque todos quieren ser fideles, o cuando menos hugos, y también se ríe de ellos; y ya se imagina al diputado de Yoro enchutándole la banda presidencial en un estadio lleno de golpistas. ¡Pepe Presidente, es cambio, ya!
Lo que increíblemente parece no querer ver Pepe, es que no va a haber elecciones hasta que retorne la democracia al país, pero las haya o no, él hace rato que firmó su sentencia, al anexarse tácitamente al golpe, y lo único que va a recibir es el repudio del pueblo. Pepe representa a los que ostentan el poder económico: ha retozado con ellos desde el poder, comulga con ellos en la sagrada capilla que edificaron los poderes fácticos para el cardenal golpista y los pastores pisteros, habla su idioma, respira su mixtura de aire y aroma a billete verde, ama la constitución del ’82 y la ha violado obscenamente. Es un golpista convencido, un legitimador avieso de lo ilegal, un mequetrefe del statu quo. Y si por una de esas raras distorsiones históricas, llega a la presidencia de estas honduras ingobernables, no le espera más que el desvelo y la atroz paranoia, pues seguramente, otro golpe de estado estará escribiendo su nombre en las oscuridades de alguna barraca, o en la claridad meridiana del inevitable cambio.
Marco Antonio Arias M.
Tegucigalpa, 7 de septiembre de 2009
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