jueves, 24 de septiembre de 2009

El albor de un lento proceso de surgimiento de Brasil.

Por: Fernando Carrera
 
En medio de las violaciones graves a los derechos humanos prevalecientes en Honduras, hay que reconocer que lo novedoso del regreso de Zelaya a Tegucigalpa es el protagonismo que ha asumido Brasil en relación a la crisis política hondureña. El hecho de que Mel se haya refugiado en la sede diplomática del coloso sudamericano abre un escenario nuevo en el contexto internacional donde de pronto son las voces de Lula y su Canciller Celso Amorim las que se escuchan en los medios internacionales defendiendo la integridad física de Zelaya y presionando en favor de una salida negociada con intervención de la OEA (un liderazgo que quizás el mismo gobierno de Lula no había pensado tener originalmente).

¿Es bueno este nuevo protagonismo brasileño en el Istmo? Eso sólo el tiempo lo dirá. Lo que sí es un hecho es que Centroamérica debe empezar a reconocer que, en este siglo XXI que recién inicia, habrá en el Hemisferio Occidental dos grandes potencias democráticas con las cuales conviene mantener una relación deferente sin perder la dignidad ni la autoestima: Estados Unidos y Brasil. Ambos países están firmemente comprometidos con la democracia y el respeto a los derechos humanos, aunque Brasil le agrega en este momento un sabor más progresista a su política exterior frente a un Estados Unidos que aún no alcanza a recuperarse plenamente de la pesadilla neo-conservadora característica de la era Bush.

Es claro que faltan varios años antes que Brasil llegue a tener la estatura de Estados Unidos en la región. Pero estas primeras escaramuzas en el escenario centroamericano son el albor de un lento proceso de cambio al que habrá que ponerle mucha atención. Zelaya por lo tanto no parece haberse equivocado a la hora de escoger el lugar para refugiarse y buscar su reposicionamiento político. Claramente está apostándole al futuro, no al pasado.

Los países pequeños vivimos en un mundo donde no tenemos ninguna influencia en las grandes decisiones económicas o de seguridad. Pero no siempre ser pequeño es malo. A veces la posición geopolítica puede compensar el tamaño del territorio. En este sentido, debemos reconocer el valor estratégico de ser el camino más corto entre dos océanos fundamentales para el comercio mundial del siglo XXI, lo cual nos podría dar un papel relevante (y rentable) en el equilibrio futuro entre Estados Unidos, Brasil y China. Obviamente esto implica olvidarse de Taiwán y sustituir esa miope.

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