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Víctor Hugo Acuña Ortega
Historiador costarricense
En el último año, en dos ocasiones, he sido invitado por Darío Euraque a impartir talleres y charlas en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Honduras, actividades realizadas en San Pedro Sula, Trujillo y Tegucigalpa. Dichas experiencias me han permitido conocer la naturaleza y la calidad del trabajo que ha venido realizando este destacado historiador como director de esa institución. Debo reconocer que me admira que un investigador y docente universitario en plena carrera profesional en Estados Unidos haya decidido consagrar muchos años de su mejor etapa productiva a trabajar en su país y por su país. Sospecho que para un académico como Darío Euraque ese ha sido un sacrificio profesional asumido conscientemente en aras de un compromiso personal y ciudadano con Honduras.
Durante dichas visitas, he viajado con Darío Euraque por la costa norte de Honduras y he podido ser testigo de su compromiso, día y noche, con su cargo, no solo en la oficina, sino en la carretera y en cualquier lugar donde se encuentre. He palpado que uno de los ejes básicos de su trabajo consiste en poner a dialogar a la población en general y a quienes en forma apasionada, sin ser profesionales, se dedican al estudio de la historia de su país con quienes se dedican a la práctica profesional de esa disciplina. También he visto como ha fomentado el contacto de la comunidad de historiadores hondureños con sus pares centroamericanos y extranjeros.
Me parece que en la labor de Darío Euraque hay una clara voluntad de hacer un trabajo desde distintos frentes: la protección y gestión del patrimonio, la proyección crítica de la memoria nacional, la promoción de las memorias étnicas, regionales, locales, obreras y campesinas; la capacitación y actualización de quienes practican la historia, tanto en forma profesional como en forma aficionada; la circulación del conocimiento histórico mediante una política coherente de publicaciones y la promoción de la investigación del más alto nivel.
En tales condiciones, el despido de Darío Euraque por parte de las autoridades del gobierno de facto de Honduras representa no solo una decisión arbitraria e ilegal, sino, además, un hecho con nefastas consecuencias para la cultura, el patrimonio histórico y la investigación científica en Honduras. Es posible que este despido, desde el punto de vista de quienes hoy controlan en forma ilegal el gobierno de Honduras, pueda ser considerado como un asunto menor, ya que para esta clase de gente todo lo que se refiere a la cultura tiene un valor secundario, por no decir devaluado.
No obstante, esta acción es muy, pero muy, sintomática de la naturaleza verdadera de este régimen cuyo lema, en los hechos y en lo que respecta al despido de Darío Euraque, puede decirse es la frase tristemente famosa que un general fascista pronunciara en la Universidad de Salamanca, en 1936, delante de su rector Miguel de Unamuno: “muera la inteligencia”. En el despido de Darío Euraque se resume lo que realmente representa para el pueblo hondureño, para su democracia y para su cultura el actual gobierno de facto. Es un deber de todos, tanto dentro de Honduras, como en el extranjero, denunciar y condenar esta apología del oscurantismo, un mal que pensábamos había desaparecido al fin de Centroamérica. Digamos, con firmeza, no al despido de Darío Euraque.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
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