jueves, 10 de septiembre de 2009

La crisis capitalista, una pesadilla para los trabajadores en todas partes

From: Nelson Echenique

La crisis capitalista, una pesadilla para los trabajadores en todas partes
Rob Sewell

El sistema capitalista está atravesando su crisis más profunda desde los años treinta y la Gran Depresión. Los apologistas del capitalismo, incluidos en el movimiento obrero, habían descartado totalmente ese escenario. Después de todo, explicaban, el capitalismo ha cambiado y los gobiernos ahora son capaces de superar cualquier deficiencia experimentada por los mercados. Han aprendido las lecciones de los años treinta.
" Nunca más experimentaremos los horrores del período entre guerras", decían los apologistas del capital. "Hemos eliminado el boom y la recesión", decían confiados. Consecuentemente, declararon que las ideas del marxismo estaban totalmente caducas.
Ahora han tenido que tragarse sus palabras. "Hoy, estamos luchando con la recesión más profunda desde los años treinta, un sistema que depende de la ayuda del gobierno y con el peligro de la deflación. ¿Cómo se ha podido estar tan equivocado?" Estas son las palabras de Martin Wolf, estratega económico del Financial Times. "La mayoría, entre los que me incluyo, pensábamos que habíamos encontrado el Santo Grial. Ahora sabemos que era un espejismo". (Financial Times. 6/5/09).
"Ahora hemos llegado al borde del abismo y pocos pensábamos que era posible", afirmaba Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley en Asia. "Si el mundo tira para adelante unido, podemos evitar el Argamedón". Según Bernie Sucher, responsable de las operaciones de Merrill Lynch en Moscú: "Nuestro mundo se ha roto y honestamente no se qué va a sustituirlo. La brújula con la que nos guiábamos los norteamericanos ha desaparecido". (Financial Times. 10/3/09).
Hace tiempo que el marxismo pronosticó esta profunda crisis. "En el período venidero", escribían Ted Grant y Alan Woods, "es inevitable una nueva depresión en la línea de 1929-1931" (Perspectivas Mundiales. 1994). No era posible establecer el momento preciso porque la economía no es una ciencia exacta. Sin embargo, aunque el marxismo no pueda poner la fecha a los acontecimientos, sí puede analizar y explicar los procesos generales y las contradicciones que se desarrollan dentro del capitalismo.
Desde sus orígenes, el ciclo boom y recesión ha sido una característica inherente del sistema capitalista. Es equivalente al proceso normal de inspiración y expiración del ser humano. No obstante, el capitalismo ha acumulado una contradicción tras otra, que en determinado momento, siempre están destinadas a provocar un colapso masivo de las fuerzas productivas. Durante un período, en un intento de escapar a estas contradicciones, se acumularon cantidades astronómicas de capital ficticio y se alimentó artificialmente el crédito en el sistema capitalista. La Reserva Federal en 1998 redujo los tipos de interés en tres ocasiones para impulsar el consumo, a unos niveles no vistos desde los años cincuenta. Como resultado, la parte del consumo personal en el PIB pasó del 67 por ciento a finales de los años noventa al 72 por ciento en la primera mitad de 2007. El boom del mercado inmobiliario, una burbuja especulativa clásica, también permitió la extensión de los préstamos para unos precios inmobiliarios inflados. Esto creó la mayor burbuja crediticia de la historia. El crédito, que permite al capitalismo ir más allá de sus límites extendiendo temporalmente el mercado, finalmente explotó. Sin embargo, incluso el crédito barato tiene sus límites. Las deudas debían pagarse tarde o temprano y con intereses. Los precios inmobiliarios pueden caer. La "crisis crediticia" fue una expresión de este límite cuando los prestatarios comenzaron a dejar de pagar masivamente sus créditos. Todos los factores que sirvieron para alimentar el boom ahora dialécticamente se han convertido en su contrario, provocando un enorme crack.
El capitalismo mundial está experimentando una recesión profunda, en realidad, en muchos sentidos la crisis actual es potencialmente incluso más seria que la de 1929-1933. Su alcance es mucho más amplio que en los años treinta y su impacto ha sido mucho más rápido.
Entre 1929 y 1933, el declive de la producción industrial en EEUU fue superior al 48 por ciento. El declive de la crisis actual ha sido similar, la producción industrial norteamericana ha caído un 12,5 por ciento en los últimos 12 meses. En Japón, la situación es más seria, la producción industrial en 2008 cayó un 37 por ciento y se prevé una caída del 25 por ciento este año, eso representa un declive superior al 60 por ciento en dos años. En la zona euro la caída de la producción industrial el año pasado fue del orden de un 20 por ciento. En Europa del Este y los países bálticos la situación es extremadamente grave, en Hungría la producción industrial cayó un 29 por ciento durante el año pasado. La exposición al riesgo de los bancos occidentales en la región representa unos impresionantes 1.600 millones de dólares, una proporción significativa es de los bancos austriacos, un recuerdo del colapso del banco austriaco Credit-Anstalt que intensificó aún más la crisis en 1931.
A pesar de todas las palabras sobre "brotes verdes" de recuperación, la situación sigue siendo muy seria para los capitalistas internacionalmente. Según dos destacados economistas, Barry Eichengreen y Kevin O'Rourke, la reciente caída de la producción industrial global sigue "de una manera aterradora" la senda del declive de la producción durante la Gran Depresión. Dentro de Europa el declive en la producción industrial de Francia e Italia ha sido peor que en el mismo punto de la crisis de los años treinta. En Gran Bretaña, Alemania, EEUU y Canadá la caída ha sido muy similar.
El colapso en el volumen del comercio mundial, aproximadamente un 10 por ciento, ha sido mucho peor que el ocurrido durante el primer año de la Gran Depresión. A pesar del reciente rebrote, la caída de los mercados de valores mundiales es mucho mayor que durante el período correspondiente de la Gran Depresión. La conclusión de ambos economistas es concreta: "Globalmente la situación es peor que en la Gran Depresión... Esta es una depresión de tamaño similar".
Lo que estamos experimentando es una crisis básica del capitalismo, con colapso de los mercados y sobreproducción, que ha llevado a desempleo de masas y recortes de los niveles de vida en todo el mundo. Los apologistas del capitalismo hablan hoy mucho de que la crisis tiene varias causas, como la "desregulación", la especulación (la venta 'en corto'), la falta de crédito, la mala suerte, etc., Nosotros diríamos que eso sólo es la apariencia de la crisis y no las causas reales de la crisis. Aunque hay muchas causas secundarias de las crisis capitalistas inherentes al "movimiento real de la producción capitalista, la competencia y el crédito", los marxistas siempre hemos explicado que en última instancia la crisis capitalista real es siempre una crisis de sobreproducción. Esto significa sobreproducción general, tanto de bienes de consumo como de capital para el objetivo de la producción capitalista. Esto a su vez, está provocado por la economía de mercado y la división de la sociedad en clases mutuamente antagónicas. Este fenómeno es peculiar sólo de la sociedad capitalista.
"La razón última de todas las crisis reales", explicaba Marx, "siempre está en la propiedad y el consumo restringido de las masas frente al impulso de la producción capitalista para el desarrollo de las fuerzas productivas porque sólo el poder de consumo absoluto [físico] de la sociedad constituía su límite". En otras palabras, los capitalistas están constantemente revolucionando la producción, arrojando enormes cantidades de mercancías al mercado mundial, y periódicamente eso entra en conflicto con los límites del consumo provocado por la explotación de las masas que son incapaces de comprar las mercancías que producen, después de que los empresarios les hayan robado todos los frutos de su trabajo.
Los capitalistas no simplemente venden mercancías, sino que pretenden venderlas con beneficios suficientes y para acumular riqueza. En una recesión, no pueden continuar vendiendo sus mercancías a un precio que garantice la tasa media de beneficio necesaria para los empresarios. Los precios se reducen. La plusvalía contenida en las mercancías no se puede materializar como antes, llevando a un colapso de los beneficios. Las fábricas por tanto se cierran y los trabajadores se quedan en paro, reduciendo aún más la demanda de bienes de consumo y de capital, provocando una espiral descendente.
"En estas crisis hay un estallido epidémico que, en todos los comienzos, puede parecer absurdo, es la epidemia de la sobreproducción", explicaba Marx.
A los economistas capitalistas no les gusta hablar de "sobreproducción", prefieren el término "sobrecapacidad", que es básicamente lo mismo y expresa los límites del mercado. "El mundo está inundado de mercancías..." explicaba Newsweek
"Para los economistas, la sobrecapacidad es un concepto delicado. Las necesidades humanas son ilimitadas, ¿cómo el mundo puede producir demasiado de una cosa buena? La clave está en lo que pueden pagar las personas. En muchos sectores buenos los precios aún no son lo suficientemente bajos para atraer suficientes compradores. Tendrá que darse una combinación de caída de precios y destrucción de la capacidad productiva antes de que la oferta y la demanda recuperen su equilibrio". (Newsweek. 4/2/09).
Esta crisis de sobreproducción se ha desarrollado a escala mundial. Como continúa el artículo citado de Newsweek: "Eso no quiere decir que la administración Obama esté equivocada al dedicar casi 900.000 millones de dólares a un plan de estímulo. Pero es importante tener expectativas realistas. El estímulo puede mejorar la recesión, pero no evitar que continúen las contradicciones en los sectores de la economía donde la sobrecapacidad global es muy extrema. El mundo es capaz de fabricar 90 millones de automóviles al año, pero la tasa actual de producción es sólo de unos 66 millones, según estima el investigador de mercado CSM Worldwide. La producción global de láminas de sobreconductores está funcionando sólo al 62 por ciento de capacidad, según calcula el analista iSuppli".
Con relación a la producción de automóviles, Busines Week hace la siguiente observación:
"Después de haber tolerado una orgía global de construcción de fábricas durante los últimos años, la industria tiene la capacidad de fabricar 94 millones de vehículos al año. Eso supone un exceso de 34 millones respecto a las ventas reales, según cifras del analista CSM Worldwide, o la producción de unas 100 plantas".
El artículo continúa:
"Para ser rentable, según Michelle Hill de la consultoría Oliver Wyman, los fabricantes norteamericanos de automóviles necesitarían cerrar al menos una docena de sus 53 fábricas en Norteamérica durante los próximos años". (Business Week. 31/12/08).
Como podemos ver, no sólo estamos tratando con una crisis cíclica normal del capitalismo. Estas crisis continuarán periódicamente hasta que desaparezca el capitalismo. Hoy estamos viendo una crisis cíclica exacerbada por los que los marxistas definimos como una crisis orgánica del propio sistema capitalista. El capitalismo se ha convertido un una barrera para el desarrollo de la sociedad, donde las fuerzas productivas, la industria, la técnica y la ciencia cada vez están más constreñidas y sometidas por el estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Esta crisis orgánica hoy se ilustra gráficamente en la incapacidad del capitalismo de utilizar plenamente las fuerzas productivas de las que dispone. Se ha convertido en un freno y un despilfarro para las fuerzas productivas, que son la clave para el desarrollo de la sociedad. En tiempos de boom, el capitalismo sólo puede utilizar el 80 por ciento de la capacidad productiva y en tiempos de recesión sólo el 65 por ciento. En otras palabras, el 20-35 por ciento de la producción no se puede utilizar de manera rentable. Esto demuestra claramente el callejón sin salida del sistema capitalista moderno y el grado sin precedentes al que está frenando a la sociedad. "La capacidad productiva del mundo es sencillamente demasiado grande", explica Newsweek. "Eso significa que los precios necesitan caer más o que se requieren más cierres de fábricas en EEUU y fuera, o una combinación de ambas cosas". (Newsweek, 4/4/09).
Esta crisis orgánica, que emergió con creces durante el período entreguerras, fue superada temporalmente por el desarrollo masivo del comercio mundial tras la Segunda Guerra Mundial. Este desarrollo a su vez tuene un enorme efecto beneficioso en la producción mundial. Todo el sistema del capitalismo, donde cada factor interactúa con otro, requiere un aumento de la producción, la inversión y un incremento del mercado en una espiral ascendente. El aumento de los niveles de vida proporcionó al sistema una relativa estabilidad social. La recesión mundial de 1974-1975 supuso el final del auge y abrió un nuevo período de crisis donde el capitalismo ya no era capaz de alcanzar las cifras de crecimiento, inversión, rentabilidad, etc., de su conocida Edad Dorada.
Aunque pudieron aplazar una crisis profunda en los años ochenta y noventa, incluso en este nuevo siglo, la crisis capitalista ha regresado ahora con una violencia redoblada. Hoy, todas las contradicciones fundamentales han resurgido y servido para intensificar la crisis a todos los niveles. El comercio mundial ha colapsado, arrastrando consigo a la producción. El desarrollo de las fuerzas productivas ha alcanzado un total callejón sin salida y la producción se hunde en un país tras otro. La anarquía del propio sistema capitalista se ha convertido en una barrera para el progreso de la sociedad, con millones de personas perdiendo sus empleos, cierre de centros de trabajo y caída de niveles de vida. Después de un retraso prolongado de unos cincuenta años, el sistema capitalista está regresando a su estado "normal" de inestabilidad crónica. Es lo que Lenin y Trotsky denominaban la "crisis histórica de todo el sistema capitalista".
Una nueva contradicción que presiona con fuerza al capitalismo y agrava la crisis ha sido la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. El masivo desarrollo de las fuerzas productivas después de la guerra representó un incremento colosal de la inversión. Como la fuente de la plusvalía se encuentra en el trabajo no pagado a la clase obrera, cuanto más se invierte en capital (capital constante) respecto al número de trabajadores empleados (capital variable) lleva finalmente a una caída de la tasa de beneficio. Marx se refería a esta "ley" de doble filo como una tendencia porque existían toda una serie de factores que la contrarrestaban, como el aumento de la explotación de la clase obrera, que podría neutralizar o revertir sus efectos, pero sólo durante un tiempo.
Durante todo el período de la posguerra esta tendencia a la caída de la tasa de beneficios intensificó las presiones sobre la clase capitalista. Después de un período de alta rentabilidad durante toda la década de los años cincuenta, la tasa de beneficio comenzó a caer abruptamente a mediados de los años sesenta. Este declive continuó hasta los ochenta, después de una serie de derrotas de la clase obrera los capitalistas lanzaron una ofensiva frontal para recuperar la rentabilidad. Las victorias electorales de Thatcher y Reagan fueron la señal para esta ofensiva y "contrarrevolución" en el centro de trabajo. Se introdujeron fusiones, contratos temporales y otras técnicas similares. Esta presión sobre la clase obrera llevó a un incremento absoluto y relativo de la plusvalía. En términos marxistas, redujo el tiempo de trabajo necesario y aumentó el tiempo de plus-trabajo, de esta manera se incrementó la tasa de plusvalía.
En la última década, a pesar de la pérdida de un millón de empleos, la producción de los trabajadores en la manufactura británica ha aumento un 50 por ciento. En otras palabras, los capitalistas han exprimido más el trabajo no pagado de cada vez menos trabajadores. Otros factores, como la presión sobre los salarios reales, el abaratamiento de las mercancías, la globalización y la intensa explotación de los mercados mundiales han servido también para incrementar la tasa de beneficio.
Entre 1989 y 1997, los beneficios empresariales norteamericanos fueron aproximadamente de un 82 por ciento y la tasa de beneficio empresarial fue de un 27,8 por ciento. En 1997 la rentabilidad en el sector empresarial había regresado a casi el 15 por ciento de su punto más alto en la década de los sesenta. El sector no manufacturero había recuperado su nivel de 1969, a casi un 15-20 por ciento de sus picos más elevados en el boom de la posguerra. A pesar de un descenso en la rentabilidad durante la recesión de 2001, los beneficios aumentaron hasta la crisis financiera de 2007.
Hoy, con la recesión mundial, la tasa y la masa de beneficio han colapsado. Está directamente vinculado al colapso de los mercados y al surgimiento de la sobrecapacidad y sobreproducción. Como explicaba Marx: "El capitalismo se paraliza en un punto fijo de la producción y materialización de beneficios, y no en la satisfacción de necesidades".
El boom del crédito permitió al capitalismo escapar artificialmente de una crisis seria durante todo un período de tiempo, pero utilizar estas medidas para extender el mercado y por tanto aumentar sus beneficios, en un momento de auge y no de recesión, era como echar gasolina al fuego, pusieron la base para un colapso masivo del sistema financiero que impulsaba todo el edificio capitalista mundial. La desaparición virtual del crédito bancario, cuando todo el sistema bancario mundial se dio prisa para intentar apuntalar sus recursos financieros, dejó a muchas empresas sin poder hacer frente a la situación llevando a una cascada de cierres y fusiones. Aquello que en el pasado había ayudado al capital ahora se convertía en su contrario.
Esta situación ha llevado a un ataque masivo contra los trabajadores en Gran Bretaña y otras partes en un intento de hacer que los trabajadores paguen la crisis del capitalismo. A los trabajadores de British Airways les pidieron que aceptaran recortes salariales o que trabajasen un mes sin cobrar. Los empresarios aún intentan reducir los salarios y proponen el despido de unos 6.000 trabajadores para "salvar la empresa". Más de la mitad de los trabajadores británicos ha experimentado una reducción del salario, horas o beneficios desde que comenzó la recesión. Ahora seis millones de trabajadores del sector público están amenazados de congelación salarial para ayudar a reducir el déficit presupuestario.
Este es el verdadero significado de la crisis capitalista para millones de trabajadores. Pero a pesar de las dificultades, los trabajadores no están aceptando estos ataques sin responder. Los trabajadores de Royal Mail, Metro de Londres, Visteon, Vestas, de la industria de la construcción y de muchos otros sectores, han llevado a cabo luchas industriales, incluso ocuparon sus centros de trabajo para defender sus condiciones de vida. Existe una enorme rabia en las filas de la clase obrera que amenaza con explotar. Incluso los capitalistas están preocupados por esta rabia cada vez más creciente:
"Hay muchas cuestiones flotando sobre los mercados financieros globales, pero ninguna más pertinente, quizás, que la siguiente: ¿se recuperará la economía global a tiempo de contener el creciente descontento que existe entre los millones de trabajadores que se han vuelto, en algunos casos de manera violenta, contra el capitalismo?", se pregunta Joe Quinian, un estratega del Bank of America.
"El orden capitalista global estaba bajo ataque incluso antes de que comenzara la crisis actual, pero la virulencia contra la libre empresa se ha vuelto más intensa el año pasado. Y con la economía global en medio de uno de los declives quizás más profundos desde la Gran Depresión, la reacción se intensificará". (Financial Times. 12/5/09).
Como resultado, los capitalistas están buscando desesperadamente una recuperación económica. Pero están preocupados con que los actuales brotes verdes puedan ser un falso amanecer. Sin embargo, incluso cuando comience la recuperación, algo inevitable, será muy lenta, dolorosa y poco profunda. Existe el miedo a que la economía mundial corra la misma suerte que Japón en los años noventa, con un crecimiento débil puntuado por períodos de contracción. "La evidencia empírica del efecto de las crisis pasadas demuestra... que la economía no regresará a su camino de expansión previo a la crisis sino que será más lento. En otras palabras, la crisis implicará una pérdida permanente del nivel de producción política", decía un reciente informe de la Comisión Europea (Financial Times, 3/7/09).
El masivo endeudamiento, personal, empresarial y de las naciones, será una carga colosal sobre la economía. El movimiento a reducir los niveles sin precedentes de déficit públicos provocará recortes masivos del gasto público en los próximos años. El Tesoro británico piensa que habrá una pérdida permanente de producción que supondrá un 5 por ciento de la renta nacional, empeorando la situación de las familias en aproximadamente 75.000 millones de libras cada año, para siempre. Las finanzas gobierno están fuera de control. El Instituto de Estudios Fiscales piensa que las finanzas públicas necesitarán más de 20.000 millones de libras en recortes cada año durante al menos la primera legislatura parlamentaria, y no regresará a la "normalidad" por lo menos dentro de otras dos décadas. ¡Esto significa veinte años de austeridad! Trish Haines, jefe de la Society of Local Authority Chief Executives, decía: "Se está hablando de posibles reducciones del gasto público de entre un 10 y un 15 por ciento, incluso más de un 30 por ciento". Eso supondrá recortes draconianos por parte de quienquiera que gane las próximas elecciones.
El sistema capitalista se ha convertido en un enorme freno para la sociedad humana. El resurgimiento de esta crisis orgánica tiene implicaciones enormes para la clase obrera: un sistema socio-económico que demuestra ser incapaz de desarrollar las fuerzas productivas entre en un declive profundo. Se ha iniciado un nuevo período de revolución social a escala mundial, un período de revolución, contrarrevolución y profunda inestabilidad a todos los niveles. Este período puede empujar repetidamente a la clase obrera a buscar una salida a la crisis. Pondrá la reconstrucción socialista de la sociedad en el orden del día, como la única respuesta a la crisis capitalista y a los males que la acompañan.

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