viernes, 4 de septiembre de 2009

GLOBESIDAD

From: Gustavo Duch

Periódico Diagonal. OPINIÓN. Gustavo Duch Guillot. 3 de septiembre de 2009
Si la constitución corporal, estar gordo o flaco, fue un rasgo asociado al poder adquisitivo, la globalización llegó para democratizar tal inequidad. Ahora los pobres pueden ser tan gordos como los ricos, o más. Ya nada tienen que envidiar. El eufemismo lo tilda de transición nutricional cuando en realidad es un brusco cambio –por imposición y sin etapas para digerirlo- de una dieta tradicional a la llamada dieta occidentalizada. Países súper desarrollados y muchos países empobrecidos mantienen tasas similares de obesidad. Obesidad por exceso y obesidad por defecto, pero con un patrón común, la prescripción socioeconómica de una dieta rica en grasas y azúcares: comida para llevar, comida de la agroindustria, calorías baratas y de mala calidad. Es la globesidad:

En los gimnasios de los Beverly Hills del mundo, hombres y mujeres, acostumbrados a desplazarse en automóvil a todos los lugares, hacen gimnasia en sus mansiones subidos a cualquier “vibropower” o saltan y corren sobre alfombrillas conectadas a videoconsolas que muestran idílicos paisajes en su pantalla mientras practican su programa de adelgazamiento. Chicas y chicos con recursos ya no salen a la calle a jugar. Lo moderno es conversar con sus amigos con su móvil, su Messenger, su Twitter y su Facebook.

Gentes de campo acostumbradas al trabajo manual y a caminar muchas horas, ahora, expulsados de sus tierras por compañías de palma aceitera o soja, llevan una nueva vida sedentaria en villas miseria. Son parados y están parados. Y lo poco o mucho que coman, claro, les engorda. Sus chicas y chicos tampoco quieren jugar en la calle, no salen de casa. Tiene miedo, la violencia acecha.

Hay ricachones que comen tres veces al día, y picotean entre horas doce veces más. Que si un batido, que si un filete, que si un bocado de langosta. Se gastan fortunas en engordar su tripa. A la salida de la escuela esperan a sus hijos con la merienda: bolsas de patatas fritas, helados, barritas energéticas, refrescos y dulces varios. Se miran al espejo y se ven gordos. Los médicos endocrinos tienen llenas las salas de espera.

Hay pobres que comen dos veces al día. Su penuria les permite por la mañana bollería industrial y al medio día menú “maxi hamburguesa con patatas” por un euro, por un dólar. Otros casi no comen, sus dietas son mono dietas de algún cereal que por la falta de nutrientes esenciales combinada con alguna parasitosis, también les hace parecer gordos. Aunque no tendrán médicos a los que acudir.

Es la globesidad, el éxito total de los gigantes de la agroindustria que han conseguido bajo el palio del Libre Comercio colocar sus alimentos procesados e imponer su patrón alimentario en todos los lugarcitos del mundo en la misma medida que destruían la agricultura y las forma de vida tradicional. Dos pájaros en la misma cazuela.

Gustavo Duch Guillot

Ex Director de Veterinarios Sin Fronteras y Colaborador de la Universidad Rural Paulo Freire

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