Ya vine de donde andaba/ se me concedió volver…
(Ranchera mexicana)
Nada quedará impune, caballeros cuadrados de la mesa redonda. Sepan conspiradores, golpistas y vándalos que secuestraron al presidente en calzoncillos que, como el judío errante, vivirán eternamente aislados, sin ser reconocidos ni siquiera por su propia madre, mucho menos por la satrapía de los solapados halcones gringos que los auparon en su aventura.
Estén seguros: jamás podrán comprar con su fortuna de jeques de Alí Babá la conciencia de la comunidad internacional, ni la este humillado pueblo que ustedes siempre han despreciado apodándolo de haragán, borracho, puto, futbolero, peleón y disoluto.
Sepan, enganchadores intelectuales de la iniciativa privada, incubadores de los huevos de la sierpe de la corrupta cúpula castrense que, de ahora en adelante nada será igual y que, de aquí a lo que resta de historia patria, andarán con el sobresalto de aquel forajido de “Siete Pañuelos”: ser cogidos bajo buen recaudo en lugar en que encuentren.
Olvidan los soberbios, enceguecidos por su desmedido cálculo, que este pueblo, pese a lo vilipendiado, tiene una memoria del carajo, a prueba de borrones virtuales, de cercos mediáticos y tecnología punta. Y, como la vida hay que documentarla, cada acto está debidamente registrado y matasellado, con tinta indeleble, por aquello del borrón y cuenta nueva, asunto en el que son especialistas ustedes, señores falsarios.
Recuerden, es la documentalia de los excluidos, es el rayón de costilla acerca de la fementida estratagema de “sustitución legal” perpetrada por ustedes picaritos (y compañía: candidatos de facto, militares y policías sanguinarios –valga la redundancia–, diplomados de estado mayor en disuasión, tortura, desaparición y muerte.
Es por ello que, cada mentira de ustedes, burdos usurpadores se le está cayendo, cual mandil de feria, la carapeladura del oropel, el maquillaje y los afeites de la engañifa.
No crean (ustedes, los de la asonada y sus porqueros, chupamedias y “lambecaites”) que se van a salir con la suya en esa patraña plenipotenciaria en la que los tiene entrampados el otrora alcahuete de la contra reaganiana, el canciller tonteras. Más temprano que tarde saldrá relucir la verdad. Entonces, repudiables golpistas, no habrá cerco mediático que valga ante su fementida vocación de truhanes de la información, ni podrán sobornar a esa implacable jueza suprema de la humanidad: la historia.
Recuerden –si es que les queda algún adarme de cerebro– en su encumbrada felonía que los crímenes de lesa humanidad no prescriben jamás, que se hará justicia, porque ante el ubicuo tribunal de la historia no valdrá arrepentimientos de aquellos hermanos separados (“cristianos”, de alma verdeoliva) que tiraron la piedra y escondieron la mano; ni moteada jaculatoria que valga para las sagradas cachuchas de la beatería católica que hicieron panegíricos al derramamiento de sangre y bendijeron el golpe con el agua regia de su hisopo mendaz.
En este crítico revés, no habrá olvido ni perdón para los caínes que quisieron tapar el sol con su salivar de cancerberos mediáticos, ni para las plumas mercenarias que guardaron silencio cómplice, ni para los artistas que se hicieron los pendejos con su canto de canarios tísicos a la hora de la verdad, ni para los filósofos del acomodo y la delación, ni para aquellos intelectuales que miraron apalear a su pueblo y olvidaron letra, calculando número, mientras –contracorriente– pergeñaban espurias calumnias echándole leña al fuego desde sus tarifadas columnas.
No habrá, pues, bribones de la asonada anticonstitucional, gas, tolete, bomba, lacrimógena, bala, fusil, bota, sonar, escudo, telepisteada, radiobilleteada perioreja, impunidad, carrera, tanqueta, ni mentira que valga.
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