jueves, 10 de septiembre de 2009

CULTURA, FÙTBOL Y GOLPE DE ESTADO

Oscar Amaya Armijo

A mi no me quita el sueño el fútbol, por dos razones: lo jugué desde siempre y por que el poder de enajenación, que le atribuyen muchos, termina al nomás salir del estadio.

Ni una pizca de mi conciencia política, social y de clase, me disminuye ante este deporte extraordinario. Estoy consciente de mi ubicación y posición de clase: pertenezco a los amplios sectores de la pequeña burguesía urbana y vendo trabajo intelectual altamente calificado, por ello soy un asalariado.

No le temo al fútbol, antes bien, me gusta. Sin embargo, no comparto los planes de la oligarquía para utilizarlo como aparato de dominación ideológica. Al parecer, y en general, los deportes han sido eso: aparatos de enajenación espiritual.

El fútbol, y con él los demás deportes, forman parte de la cultura, entendida ésta como el quehacer cotidiano. Es en este marco, con el apoyo del marketing burgués, donde esta práctica deportiva adquiere enorme arraigo entre las grandes masas populares.

Así que no debe sacarnos ronchas la capacidad de convocatoria que tiene el fútbol; pero sí su aprovechamiento por parte de la oligarquía para apuntalar sus intereses de clase, mediante la enajenación de las clases desposeídas. Y es explicable, pues las actividades deportivas no están exentas de las contradicciones clasistas que se dan en el seno del capitalismo.

Antes, en la época de los griegos muy cercanos a la comunidad primitiva, los deportes estaban íntimamente ligados a las demás artes y muy cercanos al pueblo. Deportes, música, danza, poesía y teatro era un solo conjunto. ¿Quién no recuerda a Pìndaro,el griego, quien llegaba con sus actores, juglares, mùsicos, cantantes, danzarines, declamadores, saltimbanquis, a los estadios adonde se celebraban las olimpiadas, para cantarles a los vencedores de los juegos olímpicos? Llegaban olorosos a vino después de celebrar en los viñedos sus cultos a Dionisio, dios de la Libertad.

Son famosas las pindáricas, las que deberían de ser leídas por todas los deportistas, después de los entrenamientos.

Pero en la medida en que se consolidaba el poder oligárquico de los esclavistas, aquella fusión de arte y deportes resultaba subversiva, y fueron separándolas. La oligarquía se quedó con el espectáculo que podía vender y generar ganancia.

El grupo patriarcal oligárquico de la sociedad maya, por su parte, también manipuló para su servicio el juego de pelota. Lo usaban para afianzar su poder económico, ideológico, político y militar. Nadie desconoce que los ganadores del juego eran decapitados públicamente en honor a los dioses y, por ende, cultivar el temor y la lealtad de la población hacia la jerarquía esclavista.

Esta misma práctica, asimismo, la extremaron los emperadores romanos, quienes realizaron una macabra fusión entre deportes y represión contra todo lo que significara cristianismo, cuando èste era una filosofía avanzada al servicio de los esclavos. Fue la época en que los deportes eran aparatos de represión e ideológicos, a la vez. Una tétrica fusión, realmente.

No es casual, entonces, ver el fútbol en poder de las actuales clases dominantes para influir en las masas. Pero esta táctica ideológica no les ha dado, por si sola, los resultados esperados. El fútbol, en el caso de Honduras, es un anestésico que dura muy poco, dada las deplorables condiciones de vida en que se vive. Es más fuerte esa realidad infrahumana que este deporte.

Ahora bien, si somos sinceros, yo diría que la oligarquía esta en desventaja con respecto al uso del fútbol como un elemento influyente en la actual conducta de los hondureños. Veamos: ¿Quiénes son los jugadores? ¿De quiénes son hijos? Puedo asegurar que la mayoría de sus padres, tíos, hermanos y primos están en la resistencia.

En la Selección Nacional, para citar un ejemplo, no juegan los hijos de las diez familias oligárquicas, pese a que fueron alimentados con leche maternizada, cereal y gerber; no, allí juegan nuestros hijos, criados con arroz y frijoles, pero más fuertes y creativos. Las masas siguen a nuestros muchachos, son sus referentes. No es a Callejas ni a Ferrari a quienes siguen, porque a estos especimenes los castró el patológico afán de hacer dinero.

Puedo afirmarlo, sin equivocarme, que del mismo espíritu de combate que caracteriza a la resistencia están hechos nuestros jugadores de fútbol. Ellos irán al mundial de Sudáfrica y con la resistencia derrotaremos a los golpistas. A mi no me cabe la menor duda. Además, tiene razón el escritor Julio Escoto cuando afirma que en el día nos divertimos resistiendo el golpe y, en la noche, en el estadio, con el fútbol practicado por nuestros muchachos. Es lógico: la oligarquía nos podrá quitar todo, menos la alegría.

Así que, nada hace la oligarquía cuando piensa que nos hará desistir, combinando fútbol y represión como en la época de las tiranías romanas, pues hasta en el seno mismo del fútbol existe la resistencia, solo basta observar la actitud patriótica de José de la Paz Herrera, famoso entrenador que nos llevó al mundial de España 82, quién forma parte de los 22 diputados que se opusieron al fatídico golpe de estado.

Finalmente, vale decir, que es más benigno el fútbol que la perniciosa labor de zapa que diariamente realiza Televicentro, contra la cultura y la identidad nacionales, cuando fomenta estilos de vida, rayanos en el individualismo, la indiferencia, la irreflexión, mediante la emisión de programas exportados de los centros metropolitanos de dominación imperial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario