From: Diana Canales
El diputado argentino Carlos Raimundi busca convertir el rechazo al golpe en Honduras en política de Estado. Cuestionamientos a Brasil.
Por Pasaporte Común (*) | Desde la Redacción de APM
30|07|2009
Que el repudio al golpe en Honduras sea una “política de Estado”, más allá de la acciones de la presidente Cristina Fernández de Kirchner; que en “América Latina se está discutiendo una nueva categoría de democracia” y que “nos quedamos huérfanos de Lula (por el presidente Luiz Inácio Da Silva)” fueron algunas de las reflexiones del diputado nacional argentino Carlos Raimundi durante el diálogo que mantuvo con el programa de radio Pasaporte Común.
Como integrante de las comisiones de MERCOSUR y de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara Baja, profesor de la maestría en Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional La Plata (UNLP) y autor de libros y artículos sobre integración regional, Raimundi (del opositor bloque Solidaridad e Igualdad) fue consultado sobre el atropello militar que sufrió el mandatario hondureño Manuel Zelaya.
En primer término, el legislador propuso una sesión especial, para generar “un debate público sobre la situación en Honduras, que llegue más a la sociedad. Que sea una discusión donde se pueda explicar bien la posición de cada uno, donde incluso el diputado electo Francisco De Narváez –encarnizado opositor de derecha- pueda decir que lo que sucede en Honduras no es tan grave, y que no es un Golpe”.
Si bien Solidaridad e Igualdad apoyó la decisión de la presidente de viajar con celeridad hacia Washington, para ponerse a disposición de Zelaya, Raimundi consideró que esa intervención no tiene estatus de política de Estado, porque sectores de la oposición y referentes de opinión la cuestionaron.
“La acción de la Cristina no alcanza para que sea tomada como una política de Estado porque hubo sectores de la oposición que la criticaron mucho. Pero eso, en última instancia, no me preocupa tanto; lo que me preocupa es la posición de Mirtha Legrand (conductora televisiva que dijo ‘a mí no me interesaba nada Honduras’) porque eso se mete por la hendija de la puerta y llega al living de la casa de la persona común”, amplió.
Para Raimundi, la urgencia de poner las cosas negro sobre blanco surge por su interés para que el rechazo a esta nueva asonada castrense sea “un reclamo de toda la sociedad”, porque “está en juego el rumbo de la democracia en América Latina y estas cosas uno sabe cómo empiezan pero no cómo terminan”.
Pero el diputado avanzó más en su definición y explicó que no sólo está pendiente el futuro de la forma de gobierno sino que se está discutiendo una “nueva categoría de democracia”.
“Hemos construido, durante los últimos doscientos años, sobre las categorías eurocéntricas y estadounidenses, democracias liberarles e instituciones, entre comillas, republicanas, que tienen que ver con el espíritu de Montesquieu, la Revolución Francesa y con el federalismo de James Madison (constitucionalista y presidente de Estados Unidos). Pero la verdad es que los momentos en que los pueblos latinoamericanos, entendidos como los sectores más pobres, estuvieron más felices, coincidieron con procesos populistas y no liberales”, abundó
Por otro lado, Raimundi coincidió con sus entrevistadores en que los jefes de Estado del continente están siendo blandos con su par de Estados Unidos, Barack Obama, porque aceptaron rápido la mediación del presidente de Costa Rica y Premio Nóbel de la Paz Oscar Arias, a quien definió como “un hombre del sistema”.
En tanto, destacó que, el presidente Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, hayan desconocido al gobierno de facto de Roberto Micheletti y expresado que el único gobierno legítimo es el de Zelaya. “Lo dijeron en la OEA (Organización de Estados Americanos) y en todos lados; así que, por primera vez, Estados Unidos juega ese rol”.
No obstante, advirtió que la potencia del norte “no es sólo” lo que indican Obama y Clinton. “El otro día le pregunté a un especialista estadounidense qué porcentaje de la mesa del poder representa Obama, y me dijo que un porcentaje mínimo. Distinto era para su antecesor George W. Bush, que se sentaba en la mesa y era uno de ellos”, subrayó Raimundi.
“Obama intenta hacer otras cosas pero los embajadores y el resto de la burocracia del Departamento de Estado, no sólo no comparten esa situación, sino que la resisten; y en algunos casos son provocadores o promotores del golpe”, continuó.
“Ojalá que Obama no tenga un yerro en Honduras”, prosiguió Raimundi, “pero no sería la primera vez, ni la última, que un presidente norteamericano tenga el descrédito de toda América Latina. Lo que no quiero es esperanzarme con Obama como si fuera un hacedor de milagros o un hombre de la socialdemocracia”, destacó.
Más adelante, Raimundi se mostró disconforme con la ausencia del presidente brasileño en la reuniones multilaterales que organizó al OEA minutos después de la destitución de Zelaya: “También es cierto, y esto sí me molesta, que nosotros quedamos huérfanos de Lula en todo un primer tramo”, dijo.
“Hay toda un visión de que Hugo Chávez se quiere quedar con la región y que le está haciendo perder el control a los norteamericanos. Entonces, Lula hubiese jugado un papel estabilizador, un papel moderador de ese fantasma. Pero no lo jugó y no es la primera vez que no lo juega”, abundó.
Por último, alertó sobre otra cuestión que está en disputa, junto a la continuidad o no de Zelaya en el poder: el avance del poder económico sobre la voluntad popular.
“Como planteó (el sociólogo polaco) Zygmunt Bauman, ya no es un partido u otro, es la política la que está disminuida frente a los poderes económicos permanentes y, básicamente, frente al poder que tienen los grandes medios de comunicación”, destacó Raimundi.
“Yo creo que la perpetuación en el poder deforma, pero me pregunto: los presidentes de las grandes petroleras, de las fábricas de armas, de los bancos y entidades financieras, ¿también se renuevan? No, no se someten al voto popular. La política está desacreditada ante los poderes económicos pero, además, nunca hablamos de la misma política porque se renueva cada dos, cuatro o seis años”, concluyó el diputado argentino.
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