From: Galel Cárdenas
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), es la asociación de editores y directores de diarios, periódicos y agencias informativas de América. Creada en 1943 , en La Habana como resultado de la Comisión Permanente del II Congreso Panamericano de Periodistas ( Ciudad de México 1942 ), en la cual todos los propietarios y directores de medios de comunicación de prensa están integrados con el objetivo expreso de defender según su propia declaración, la libertad de expresión en todo el continente.
Ha sido una sociedad que generalmente ha condenado los gobiernos populares que han implementado medidas democratizadoras sobre el derecho a la información objetiva, justa e igualitaria.
Las relaciones de la SIP con el gobierno del Presidente José Manuel Zelaya Rosales no fueron muy amistosas, ni muy cercanas a su pensamiento en cuanto a la facultad del gobierno de emitir su propia información, debido a que los zares del poder mediático hondureño lo declararon su enemigo desde el inicio de su gobernatura, debido a que, como denunció el primer mandatario en referencia, son a la vez propietarios de industrias, consorcios, bancos y demás estructuras capitalistas que intercalan intereses mediáticos con intereses empresariales.
El golpe de Estado en Honduras ha sido planeado, ejecutado y sostenido por grupos civiles entre los cuales se encuentran políticos inescrupulosos, empresarios corruptos, militares fascistas y mandaderos útiles para el momento represivo en todas sus dimensiones.
La empresa privada y a los propietarios de medios de comunicación, siguieron un plan previamente establecido desde la derecha norteamericana infiltrada en el Departamento de Estado del gobierno de Barack Obama y los protagonistas del golpe que se han mencionado en líneas anteriores.
La prensa y los empresarios golpistas desempeñaron un papel de ablandamiento sobre la conciencia social de los hondureños, especialmente sobre la masa analfabeta política y culturalmente. Fueron completamente agresivos, belicosos y pendencieros durante todo el tiempo que les tocó desempeñar la función asignada para justificar el golpe sangriento, represivo y criminal, y por ello debieron complementar su triste y anti-patriotico desempeño con el dinero que recogieron en el COHEP para realizar manifestaciones de las denominadas camisetas blancas, cuyos dirigentes intelectuales y materiales fueron las diferentes cúpulas de la iglesia católica, de la iglesia evangélica, de los militares y de los partidos tradicionales como el Pinu, la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y el Partido Liberal.
Planeado, ejecutado y sostenido el golpe de Estado, ninguno de los genios emprendedores de semejante aventura en contra de la soberanía del pueblo hondureño previeron que el pueblo se volcaría a las calles y en todos los departamentos para realizar una de las jornadas más impresionante de resistencia que se haya registrado en los anales históricos de la nación. No contaron realmente que el pueblo hondureño se volcaría a defender la Constitución, su Presidente, la democracia, la libertad y la voluntad electoral expresada en las urnas en noviembre del año 2005.
Han sido condenados todos a nivel nacional e internacional, sin distinciones de país, gobierno o simples movimientos políticos o de derechos humanos. Todos los golpistas: prensa, civiles, militares e intelectuales fascistas han esgrimido las más absurdas justificaciones, habidas y por haber, y se han dedicado a reprimir con toda la violencia posible la resistencia nacional contra el golpe de Estado.
Ahora se encuentran en el más absoluto de los aislamientos posibles, tanto que el gobierno norteamericano ha reconocido como Presidente a Manuel Zelaya Rosales, y además los está desvisando, ejemplo que ya han tomado los países europeos.
Para colmo de males, su misma Asociación de Prensa Interamericana, constituido por propietarios y directores de medios continentales los ha señalado como golpistas y abusadores de los derechos de la libertad de expresión.
El fin está cerca para todos los golpistas, pero, como sabemos, las dictaduras al fin de su gestión se convierten en sanguinarios represores del pueblo. Así que, a lo mejor, su despedida será sanguinaria y humillante. Eso está apuntado en la página gloriosa de la lucha que realiza el pueblo hondureño contra el gorilato espeluznante que ahora padecemos. El poder mediático y fáctico será derrotado por la razón, la justicia y la democracia que ellos mismos dicen defender. ¡Qué paradoja! ¿Verdad?.
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