lunes, 10 de agosto de 2009

Honduras… nunca más.

From: Ernesto pineda medina

Desde la más honda indignación yo acuso, para que la memoria registre en archivos de piedra y las generaciones futuras nunca olviden:

A la recua de beduinos y sus pares ladinos, advenedizos recién llegados que han secuestrado a la nación con todo y habitantes. Alárabes cobardes, que dejaron atrás al pueblo digno de Palestina que lucha por su tierra contra el sionismo expansionista, ideología oprobiosa heredera del nazismo, con la que la turcada hoy se alía para despojarnos de la patria hondureña.

A la camarilla que se junta en la cámara en donde se legisla según los negocios de cada quien y los intereses de cada uno. Caterva traficante de influencias, canonjías, dispensas, voluntades y conciencias inconscientes. Ahora con nuevas funciones: falsificadores de documentos, falseadores de la voluntad popular, vende patria en retazos, expendedores de cinismo.

Al capo de la cosa nostra, “bu....” de oficio, hijastro de Mussolini y devoto hitleriano, y a su séquito de falangistas de circo; quienes tristemente imaginan que mandan y no gobiernan a nadie, ni siquiera al perro de su casa. Tienen en el pueblo a su peor pesadilla, que ya les ha mostrado que no manda quien no es obedecido. Pobre diablo y pobres diablillos: se han quedado en la más puta soledad, cercada por un cortejo, casi fúnebre, de lamedores profesionales de egos.

Al tribunal supremo que dejó su ojo derecho al descubierto para asegurarse de que se condenaba lo que debía absolverse. Jueces que actúan al amparo de la venalidad, atraídos como mariposas a la luz por agradables sonidos metálicos de destellos dorados.

Al ministerio impúdico, experto en trocar invenciones en pruebas fehacientes. Esos que señalan con un dedo acusador, mientras los cuatro restantes los condenan por prevaricato.

A la jauría de tigres literalmente moteados que, resguardados por agentes policiales, con garras y dientes, cual horda de atilas, libran su guerra más gloriosa frente a un pueblo desarmado, mientras en la calidez y seguridad de hogares y oficinas los jefes disfrutan a manos llenas el producto de su hazaña. Han convertido un ejército nacional en fuerzas armadas de alquiler al servicio de los acaudalados de conciencia acorazada.

Al custodio de los derechos de la ciudadanía, que de repente comenzó a renguear de la pata de la que siempre cojeó. Hombre de derecha inclinación que saltó trancas para comer del plato de los opulentos. Cogió sordera de piedra, ceguera de nudo y cojera de pirata pata de palo.

A la prensa que no aprendió a contar... Periodistas de la inmoralidad, voceadores descarados de la infamia. Fieles perros falderos que doblan el espinazo de bisagra aceitada ante los requerimientos del amo. Enanos mentales con garganta de alquiler, que pusieron precio a su conciencia y traicionaron los valores morales más altos a cambio de las mismas treinta monedas. Por ese módico precio azuzaron los golpes contra el pueblo y trataron por todos los medios (hasta los de comunicación) ocultar la verdad clara como el mediodía con medias verdades, medias mentiras y mentiras completas.

A los reos de simonía, autoproclamados apóstoles de Cristo, que no llegan ni a conserjes del sanedrín de los fariseos. Ellos medran la cosecha de vida abundante realizando ensalmos a grito partido o exorcizando fantasmas en purpúrea vestimenta, con mitra y báculo, al calor de 100 mil razones. Escupiendo eucaristías, pisoteando escrituras y profanando la más pura doctrina del Galileo.

Por ello y contra ellos, dejo constancia de mi indignación desde ese día de junio, y aún antes, y por todos los siglos hasta que las piedras dejen de serlo. Con la esperanza de que un tribunal los condene a vagar, con grilletes y bozal, por los desiertos de Marte o los páramos de Mercurio. Amén.
Manuel de Jesus Pineda
Escritor

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