Por: Rebeca Becerra
Nuestro ejército como en los años 80 está aferrado a una táctica de lucha de avance sin retroceso, de defensa a muerte sin movimientos en ofensiva a gran escala, es un ejército de arranque suicida. Fueron preparados para invasiones mercenarias rápidas de pequeña y gran envergadura; los entrenaron para la represión popular; para la lucha contra la insurgencia; lucha antimotines; para sembrar el terrorismo en la población; para la investigación política y psicológica; para practicar el crimen bajo un falso odio a un enemigo fantasma; lo disciplinaron para morir bajo las consignas de “lealtad, honor y sacrificio”; lo prepararon para obedecer y defender los intereses extranjeros antes que luchar ardientemente por los intereses de Honduras.
Es un ejército clasicista ya que su capacidad de defensiva y ofensiva siempre ha estado disponible para defender los intereses de la oligarquía comerciante, empresarial, terrateniente y transnacional que se aglutina en la clase adinerada dueña del poder político y económico del país; deformación nacionalista que viene perfeccionándose desde que las compañías y emigrantes extranjeros invadieron nuestra patria (norteamericanos, alemanes, árabes, italianos…). El fragmentarismo ideológico y económico que hoy es más evidente no es nuevo.
El ejército hondureño es portador de una mentalidad traumatizada que debe ser cambiada y orientada a un enfoque conscientemente patriótico, nacionalista, humanitario y altamente respetuoso de las leyes; si no nos preocupamos por este cambio, siempre tendremos en este cuerpo armado una amenaza latente a la estabilidad de la democracia.
Es indudable que existe en el alto mando militar mentes perversas y resquicios de la “doctrina de la seguridad nacional”, que sumió a estos elementos en la funesta administración liberal de Roberto Suazo Córdova y el liderazgo militar de Gustavo Álvarez Martínez. El general Romeo Vásquez Velásquez actúa ni más ni menos como una copia a destiempo de Gustavo Álvarez Martínez o quizás peor. A los dos los caracteriza: ser peones de la oligarquía económica del país. El servilismo y las ambiciones personalistas los obligan a odiar ferozmente las clases pobres a las cuales hostigaron y hostigan de manera criminal, al tener consciencia de su poder y alma de traidores. Se creen héroes “anticomunistas” porque según ellos luchan contra el “comunismo”. La oligarquía económica y los medios de comunicación del país les protege, en los 80 se denominó Alianza para el Progreso de Honduras-APROH, hoy lo hacen descaradamente y todos sabemos sus nombres y apellidos. Ambos generarles no tienen pasados limpios como cualquier hondureño/a descendente que marcha por las calles del país.
Para lograr sus propósitos Álvarez Martínez organizó en el seno de las fuerzas armadas su propia fuerza militar para que le fuera fiel y servil, y repartió asensos militares necesarios. El general Romeo Vásquez Velásquez según correo enviado por MUSUSU sigue los pasos de Gustavo Álvarez Martínez al ascender, copio literalmente: “a oficiales que han tenido una trayectoria negra en la vida militar pero han sido sus aduladores sin ninguna capacidad operativa. Ejemplo: Oficial retirado Gerónimo Pérez, oficial Fuentes Gonzales, oficial Cuéllar, oficial Padget, oficial Cervantes, Prince y contra-Almirante Rodríguez, hoy todos ascendidos a generales” fuente correo USUSU correo enviado el 30 de julio.
La estrategia de Gustavo Álvarez Martínez se extendió a la Fuerza de Seguridad Pública, hoy Romeo Vásquez Velásquez hace lo mismo al involucrar la Policía Nacional en su lucha según él “anticomunista”. Álvarez Martínez idiotizó al soldado con la consigna “no reír, no hablar, no saludar”, que tenía por objeto formar un soldado frío, indiferente, despreciativo pero obediente a su superior. Esto indudablemente lo hemos visto en elementos del ejército y lo peor de la policía nacional. Roberto Suazo Córdova avaló las atrocidades cometidas por Gustavo Álvarez Martínez, sin embargo logró perder el control sobre él. El gobierno de facto avala las atrocidades de Romeo Vásquez Velásquez y éste a todas luces se le está saliendo de control a Roberto Michelleti. Gustavo Álvarez Martínez se colocó por encima del poder civil, este es el mismo camino que sigue Romeo Vásquez Velásquez.
Álvarez Martínez atacó a parte de la iglesia católica y trajo al país una secta que fuera capaz de neutralizar las justas posiciones de reinvidicaciones sociales que la iglesia católica apoyaba, esta secta se llamó “Causa Internacional”. Parece que Romeo Vásquez Velásquez y los que perpetraron el golpe de estado aprendieron de los errores de Álvarez Martínez y convencieron al mayor representante de la iglesia católica Oscar Andrés Rodríguez y a dirigentes de la iglesia evangélica. Álvarez Martínez y Roberto Suazo Córdova dividieron espiritualmente al pueblo hondureño, dividieron la iglesia católica, división que continúa evidenciándose. Toda la estructura económica, política, militar y social orgánicamente estructurada para la represión y el terrorismo de los años 80, fue lanzada contra un pueblo indefenso trabajador que como hoy se debatía entre el hambre y la miseria y no en ideales guerreristas que justificarán el desaparecimiento, tortura y asesinato de líderes obreros, campesinos, estudiantiles y profesionales.
No es justo ni cristiano que nuestro pacífico pueblo pague con mucho esfuerzo un ejército y una policía para que le sirva de verdugo, para que lo reprima, para que un campesino uniformado le quite la vida al mismo hermano campesino que lucha por un pedazo de tierra; que un hermano uniformado religioso le quite la vida a otro hermano cristiano; que un soldado hondureño profesional le quite la vida a un maestro. Queremos un ejército nacionalista, popular y progresista. Un cuerpo armado que genere patriotismo, dignidad y honradez del cual podamos sentirnos orgullosos. Un cuerpo armado democrático, incapaz de dejarse desorientar por influencias personalistas de falsos líderes castrenses traidores y enemigos de la patria y el pueblo. De lo contrario nuestras aspiraciones serán siempre frustradas, estarán siempre amenazadas, vivirán siempre atadas a sentimientos que no nos pertenecen, sé que un buen día nos sacudiremos la barbarie.
Tegucigalpa 6 de agosto de 2009
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