martes, 14 de julio de 2009

HONDURAS, MI NIÑA

Oscar Amaya Armijo

I

Honduras, mi pequeña niña arrebolada de colores, mi pájara pinta,
arrugadita de montañas, amaneces ahora con el tizne que las aves de
rapiña pintan en tu rostro de gaviota volando. Hoy duele pensarte,
garcita morena, soñarte bajo la sombra de los encinos como antes
cuando yo era niño, tu niño, mi madre verde. Antes te rememoraba,
corrías por las ensenadas, luciendo tu falda adolescente, cubierta
de pinos y zorzales. Ahora, niña mía, se apagó la luz de tu diadema
de orquídeas.

II

Honduras, mi niña, mi alforja de policromos plumajes, yo he visto a
todas las divinidades pintar tu rostro en el incendio de tus
crepúsculos, en tus uñas de arrebolados cantos. Antes un holocausto
de trinos susurraba en tus oídos y un arrollo de cristalinas aguas
ceñía tu cintura, pero vinieron, mi niña, los escorpiones y
devoraron tus perfumes de guayaba madura.

Ahora, mi niña, se apagó la luz de tu diadema de orquídeas.

III

Honduras, mi niña ninfa de cascadas, una lluvia de blandos quereres
antes tejía sus hilos en el sol guindado de tus pájaros. Eras mi
princesa de jade, de calabazas tus pies tatuados de roció en los
maizales. Te recuerdo, allí, entre las begonias, cubiertas tus alas
de mar pacíficos y mariposas, pero vinieron, mi niña, las serpientes
y envenenaron tus raíces de mango tierno.

Ahora, mi niña, se apagó la luz de tu diadema de orquídeas.

IV

Honduras, mi niña de luz sonora, suavizan tus sueños los caracoles de
garìfunas melodías en el borde azul de tus océanos; bailas al son de
la caramba. Así te recuerdo, mi niña como a Clementina con sus pies
descalzos sobre la hierba, arisca como una centaura virginal, pero
vinieron las aves agoreras y picotearon la aguamarina de tus ojos.

Ahora, mi niña, se apagó la luz de tu diadema de orquídeas.


V

Honduras, mi niña de arco iris, mi pasión de gardenias, acrisolas una
guitarra de cuerdas encendidas con tus dedos de armiño. Aparecen
allí, entre la dulce luz de tus aposentos, los tucanes en el arpegio
del pentagrama, entonces te sueño cantora en el repique de las
campanas; pero viene, tal como lo profetizó el poeta, el pez
desamorado con su baba lisa a llevarte los pétalos de tu rosa
memorable sorprendida en mi pecho.

Ahora, mi niña, se apagó la luz de tu diadema de orquídeas.


VI

Honduras, mi niña de inquietos arrebatos, aprisionan tu aliento un
sabor de jazmines cuando el alba de tus aguaceros se duerme al pie de
tus cojines, entonces, mi niña, es cuando desatas tus potros verdes
en las hojas de las limonarias, pero viene, de pronto, el canto aleve
de la sirena con su dentellada de oprobios y cercena la verdad de tus
lirios.

Ahora, mi niña, se apagó la luz de tu diadema de orquídeas.


VII

Honduras, mi niña flor ultrajada, despierta en tus entrañas un furor
de huracanes y desatas el dolor de los crespones. Desde tus cenizas,
desde el fuego lento que apacigua el poeta, desde la furia tirada al
viento, se levantan puños de granito y devuelven tu honor de
madreselva.

Ahora, mi niña, se enciende la luz de tu diadema de orquídeas.


VIII

Honduras, mi niña de crispadas manos, crujen tus andamiajes, tus
pasos tienen el duro caminar de los terremotos, te levantas con tu
espada forjada en los acantilados; entonces, huyen las aves agoreras
y sus rufianes, te limpias de alimañas y, el amanecer truncado,
vuelve por sus pasos de esperanza.

Ahora, mi niña, se enciende la luz de tu diadema de orquídeas.


IX

Honduras, mi niña de épica lira, vuelve el sonrojo en el follaje de
tu rostro, vuelve el respiro a tu pecho de alondra, vuelve la alegría
de tus lloviznas, el cantar de tus violines, la esperanza a bañar en
tus ríos; entonces, fenece el dolor, sanan tus heridas y la montaña
vuelve a ser el canto de los pájaros.

Ahora, mi niña, se enciende la luz de tu diadema de orquídeas.


X

Honduras, mi niña de arroyuelos, ven, tómanos de las manos, vamos, mi
niña de alientos arrebatados, ven, crucemos el sol de la esperanza,
cobijémonos en el alba,

trencemos nuestros brazos, cubramos de gloria la campiña, allá nos
espera el amor con su alteo de golondrinas, ven, refresquémonos, niña
mía, estamos en el mañana.

Ahora, mi niña se enciende la luz de tu diadema de orquídeas

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