jueves, 2 de julio de 2009

Opinión de Sacerdote Católico Rafael Alvarado

A todas aquellas personas que más allá de nuestras fronteras nos han manifestado su sincera preocupación ante los azarosos momentos que vive nuestra amada Honduras:
“Gracia y paz departe de Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, el Señor”

No es tan fácil pronunciarse sobre los acontecimientos de nuestro país a partir del Domingo pasado. Más aún, cuando nuestra Iglesia Católica, como madre, intenta lograr una palabra a la vez iluminadora, esperanzadora y reconciliadora para todos.
Así que en mi condición de sacerdote católico intento solamente articular mi opinión personal en cuanto ciudadano interesado en exponer la verdad que nos hace libres (Jn. 8,32) como fundamento de una esperanza para el bien común. Comienzo:

 Efectivamente, el Domingo anterior se dio en nuestro país un golpe de Estado con la consiguiente ruptura del orden constitucional vigente hasta ese momento.
 ¿Cómo llegamos hasta este punto? La génesis de los acontecimientos es esencial para comprender lo que pasa hoy día en Honduras.
 Hasta ese día, y durante todo el año, la mayoría de los hondureños no podíamos más que contemplar el duro enfrentamiento entre dos grandes bloques de poder en nuestra nación:
-- Por un lado, el estamento de poder tradicional del país, integrado económicamente por la clase empresarial más fuerte, y políticamente por lo que se clasifica como una extrema derecha.
-- Por otro lado, con el gobierno del defenestrado Presidente Manuel Zelaya se fue asentando en la nación un nuevo polo de poder a través del Poder Ejecutivo de la nación. Este nuevo polo llegó al control de la nación “por la puerta trasera”, ya que el pueblo no ha votado jamás por un proyecto de izquierda para dirigir la nación. Ya siendo Presidente, el Sr. Zelaya (que fue candidato a la Presidencia por uno de los dos partidos políticos tradicionalistas de la nación, el Liberal) fue evolucionando de manera muy confusa, en sus primeros 3 años, pero al final cada vez más claramente (desde que el año pasado suscribió el Convenio de la Alba) a lo que América Latina conoce ya como el nuevo Socialismo del Siglo XXI, instrumentalizado por Cuba a través de Hugo Chávez.
 Otra vez, por un lado, el estamento tradicional, manipulando como bien lo saber hacer, el ordenamiento jurídico creado por ellos mismos a lo largo de la última etapa de vida democrática del país, hizo “legalmente” todo lo que pudo para oponerse por las vías legales e institucionales para evitar que el Presidente Zelaya lograra ganarse la voluntad del pueblo y ponerlo a su favor en la promoción de mecanismos (“consulta, encuesta, 4ta. urna”, palabras tan reconocidas hoy por los hondureños) que finalmente llevarían a instaurar una Asamblea Nacional Constituyente, a fin de cambiar legal e institucionalmente el marco político, económico y finalmente ideológico, de la nación. Hay que comprender este proyecto a la luz de las experiencias de la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa.
 La clase política tradicional fue incapaz de articular una reacción inteligente que evitara que el Presidente Zelaya entusiasmara a las grandes mayorías desposeídas por ese proyecto a favor de una Asamblea Nacional Constituyente. Y el Presidente Zelaya lo logró: ya sea por una amplia estrategia de promoción a través de medio de comunicación, muchos de ellos cooptados económicamente por el gobierno, o por una amplia estrategia de compra de voluntades de amplios sectores de dirigentes populares, o porque sencillamente una amplia masa juveniles urbana y de poblaciones obreras y campesinas ya están hastiadas de tanta miseria y falta de esperanzas, el caso es que el proyecto del Presidente Zelaya prendió en el ánimo de amplios sectores populares y juveniles.
-- Ante tan desesperante situación, la clase tradicional del país emprendió una fuerte ofensiva a través de las instituciones y las leyes del país. Y el Presidente Zelaya cayó en la trampa: arrinconado legalmente e incapacitado por las instituciones vigentes (tribunales, Ministerio Público, Procuraduría, etc) actuó en los últimos días con la desesperación de quien veía realmente amenazado lo que ya consideraba un triunfo: llevar adelante una encuesta de opinión (sin duda muy corrupta y manipulada, pero que aún así no dejaría de expresar las inquietudes de un sector amplio de población por un anhelado cambio social) que con cifras muy infladas le permitiera afirmar que el pueblo hondureño exigía la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente. Y como su proyecto no tenía ninguna esperanza legal de ser llevado adelante, el Presidente empezó a actuar contra toda legalidad institucional, teniendo así un Presidente que rompió contra todo orden legal e irrespetó toda estructura institucional.
 Lo que terminó de desesperar al Presidente Zelaya fue la pérdida de apoyo de parte de las Fuerzas Armadas de Honduras, a las que quería obligar a participar de la consulta popular declarada ilegal por los tribunales del país, según el marco legal vigente (y en efecto, era una consulta ilegal por su finalidad: cambiar la Constitución de la República, cosa que el mismo texto Constitucional prohíbe). Perdido este apoyo, en los dos o tres últimos días de su gobierno el Presidente se dedicó a llevar adelante su proyecto apoyado en la manipulación de las masas populares a través de muchos de sus líderes a los que ya hace tiempo a comprado a su favor. Honduras ya no era un país de leyes e instituciones. Era el país de Mel Zelaya y el proyecto de su 4ta urna.
 En este marco se entiende el golpe de Estado del Domingo anterior: la extrema derecha del país sabía que si el Presidente Zelaya llevaba adelante su circo de la consulta popular ese día, este misma semana tendríamos la capital del país y otras ciudades importantes tomadas por las turbas populares exigiendo la instalación de una Constituyente, con lo que ya nada podría impedir a Zelaya imponer su proyecto por el Socialismo del Siglo XXI. Y ESO NO LO PODÍAN PERMITIR!!!

Así que nos encontrábamos ante las peores alternativas:
-- La imposición de un proyecto ideológico llamado Socialismo del Siglo XXI promovido por Chávez y sus pupilos y que finalmente no nos llevaría más que a cambiar de dueños en el país., con la nefasta influencia de Hugo Chávez y compañía.
-- La continuación de un proyecto económico neo liberal que mantiene las injusticias y la pobreza histórica de las grandes mayorías del país.
Y ganó la última. Hasta ahora.

¿Qué pasa ahora en Honduras? Lo que es natural ante un golpe de Estado:
-- La libertad de prensa fue muy limitada las primeras 48 horas, mientras el nuevo gobierno lograba el control militar y policial del país. El control económico ya lo tienen, y el social creen que aún lo tienen. Los hondureños no sabemos qué pasa en verdad al interior del país ni que tan débil o intensa sea la oposición al actual gobierno.

-- Ha habido innecesarios episodios de fuerza por parte de los actuales gobernantes, tal como lo fue el desalojo violento de quienes se manifestaban frente a Casa de Gobierno a favor del anterior mandatario. Otra vez, es imposible sabre en verdad cuántos heridos hubo, y hasta que punto se está o no respetando los derechos humanos de quienes no están a favor de este gobierno.
-- El país viven el control ideológico del grupo que ha ganado esta partida: empezando por querer hacernos aceptar que no hubo golpe de Estado sino solamente un revelo institucional. Comenzando por una demasiado burda carta de renuncia del Presidente Zelaya, la extrema derecha no ha sabido vender inteligentemente la idea de que se mantiene el orden constitucional. Las marchas organizadas hasta hoy par expresar respaldo al anterior gobierno tienen el respaldo de la clase económica pudiente que defiende sus intereses, pero también de la clase media, que se siente liberada de las consecuencias nefastas que le hubiera ocasionado el proyecto de Mel Zelaya. No puede faltar un segmento del sector popular participando de estas marchas, pero creo que es muy minoritario.
-- Aunque le sea imposible manifestarse abiertamente, hay ciertamente un núcleo de población que vive una fuerte frustración por la pérdida de la esperanza en un cambio. No puedo saber qué tan proclive esté a la violencia, no importándole si el apoyo viene de Chávez u Ortega, en Nicaragua, para empezar una campaña de resistencia progresiva (como las bombas caseras que parecen haber explotado ayer Martes por la noche en tres puntos de la capital). Ayer Martes, una marcha pacífica en el centro de la ciudad industrial más importante del país. San Pedro Sula, a favor del nuevo gobierno, fue amenazada (aunque finalmente no hubo peleas) por lo que en la televisión se miró como una turba popular en busca de camorra. Los adeptos de Mel Zelaya.
-- El Presidente Zelaya amenaza con regresar al país. Eso es una clara incitación a la guerra civil. No es alternativa. Es el mayor daño que le puede hacer a este pueblo y si es verdad que quiere a Honduras por nada del mundo lo debe hacer. Sin embargo, a estas alturas el nuevo gobierno tiene el suficiente control del país y sus instituciones, incluidas las Fuerzas Armadas, como para enfrentar este reto. Además, se empieza a influir en la opinión internacional, rompiendo el inicialmente total aislamiento.
-- Mi mayor temor por Honduras es la confianza ingenua de la extrema derecha: sentirse ganadora y segura de haber superado este impasse. No darse cuenta de que Honduras ya no es la misma y que es imperante modificar leyes e instituciones a las que no les interesa sacar a Honduras de la miseria. En no pocas cosas tenía razón Zelaya en este sentido, como en las limitaciones de las actuales leyes de plebiscito y referéndum. Temo que la derecha triunfalista esté muy embelesada auto complaciéndose en el resultado de este golpe de Estado, y sea completamente incapaz de prestar atención a los reclamos de justicia de los sectores más desprotegidos, menos aún, de intentar confraternizar con quienes de buena fe siguieron el proyecto de Zelaya.

El ambiente general es de polarización: los que abiertamente pueden organizar marchas y expresarse en todo sentido a favor del nuevo gobierno. Y los que sienten que no tiene la manera de encauzar su furor y frustración actual ante lo que consideran un rompimiento del orden constitucional y la pérdida de toda esperanza de cambio. Pero no hay una carga de tensión evidente en las calles. El pueblo hondureño es extremadamente pasivo, y parece que en muchos de sus sectores lo seguirá siendo.


Nos queda un largo compromiso en este país por la reconciliación y la unidad. Igual que antes del Domingo anterior, los que hablan de paz, olvidan la justicia social, por lo menos como un compromiso eficaz, no solo eslogan. Y los que hablan de cambio por la justicia, la buscan por medio de la división y la confrontación, olvidando que estos no se logran sin la paz y la fraternidad.
No son buenos días para el análisis sereno y los caminos de centro. La polarización de izquierda que hasta el Domingo ganaba en Honduras provoca, como reacción, la polarización de derecha en estos días. Hay que ver el gozo triunfal en los rostros de quienes viene a misa en los sectores de clase media de la capital.

Así veo la situación de nuestro país. Perdón por el largo tiempo que les he quitado. Oren por nuestra patria. Ojala el Dios de la justicia y la paz no permita que sigamos siendo pasivos desde la fe y sepamos articular nuestras propias propuestas desde la verdad y el amor del evangelio a lo que Honduras vive hoy por hoy.

Con afecto en Cristo y María Santísima…Pbro. Rafael Alvarado

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