miércoles, 29 de julio de 2009

Obama y Honduras

From: Diana Canales

28-07-2009
Obama y Honduras

Vicenç Navarro
El Plural

Comienzo este artículo diciendo que apoyé e Obama en las últimas
elecciones a la Presidencia de EEUU, y espero que sea reelegido, pues la
alternativa republicana, sea cual sea, sería muchísimo peor para las
clases populares de EEUU y de todos los países del mundo. Ahora bien, mi
apoyo a Obama está determinado por el contexto estadounidense. Es decir,
es positivo que Obama sea presidente en EEUU, pero el hecho de que lo
sea de EEUU implica que su Presidencia esté configurada por unas fuerzas
financieras, económicas y mediáticas que establecen las pautas de sus
comportamientos domésticos e internacionales, que limitan en gran manera
el potencial progresista que su elección supone.
Si comparamos, por ejemplo, el comportamiento de Obama, con una clara
denuncia del golpe de estado hondureño, con el apoyo e implicación de
Bush en el intento del golpe de estado de Venezuela, la diferencia es
notoria y significativa. No hay duda, por lo tanto, de que la política
de Obama ha significado un paso positivo en su política exterior. Es
más, a petición del Presidente Evo Morales, de Bolivia, el Presidente
Obama condenó el intento de asesinato al Presidente Morales, indicando
que “quiero dejar muy claro que estoy absolutamente en contra y me
opongo a los esfuerzos de sustituir violentamente cualquier gobierno
democráticamente elegido en el lugar que sea en este hemisferio.”. El
Presidente Morales, por cierto, sospechaba, razonablemente, que la
Embajada estadounidense en Bolivia estaba intentando desestabilizar su
gobierno, pues la Agencia de Ayuda Exterior de EEUU (USAID) estaba
gastando unas cantidades en Bolivia (incluyendo apoyo a partidos de la
oposición) que, proporcionalmente, eran equivalentes a las que EEUU
invertía en Irak. Tal declaración de Obama desalentó cualquier intento
violento de cambio.

Ahora bien, dicho esto, es importante no caer en la obamamanía, que
amplios sectores de las izquierdas en Europa están haciendo. Es
necesario no perder la actitud crítica, incluso hacia la administración
Obama, cuyas políticas están configuradas, en gran manera, por fuerzas
políticas de las que las izquierdas en Europa debieran ser conscientes.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido en Honduras, y analicemos varios hechos
en los que la Administración Obama merece una crítica.

Primero. Todos los militares golpistas hondureños son graduados de la
Escuela Militar Estadounidense, llamada Escuela de las Américas, donde
se han formado la mayoría de golpistas latinoamericanos. Esto es un
hecho incuestionable. Los datos están ahí, de fácil comprobación. Estos
golpistas hondureños están no sólo educados, sino también financiados y
dotados de recursos por el sistema estadounidense de seguridad, centrado
en el Pentágono. Es imposible que estos generales pudieran dar su golpe
sin el conocimiento de los militares estadounidenses asentados en
Honduras, y es difícil (aunque no imposible) que militares
estadounidenses, próximos a los golpistas hondureños, no informaran a la
Administración Obama de lo que estaba ocurriendo y de los preparativos
para el golpe militar. La Administración Obama debe dar una explicación
sobre la relación entre el Pentágono y los golpistas hondureños.

Segundo. La Ley estadounidense establece, claramente y sin ningún
equívoco, que EEUU no puede proveer ninguna ayuda militar o económica a
ningún gobierno que haya sustituido por la fuerza de las armas, según un
golpe militar, a otro que fuera democráticamente elegido. Pues bien, la
ayuda militar y económica no se ha interrumpido completamente. Es cierto
que se ha suspendido la ayuda militar de 16,5 millones al Ejército
golpista hondureño. Pero la Escuela de las Américas continúa dando la
bienvenida a militares hondureños. Tales contactos debieran ser
interrumpidos. Y la ayuda económica debiera también terminarse.

Tercero. El gobierno federal debiera instruir que se congelaran todas
las cuentas bancarias de todos los dirigentes y simpatizantes del golpe
militar depositadas en los bancos estadounidenses, tal como ha propuesto
el Los Angeles Times. Tal medida dañaría directamente a tales individuos
golpistas sin perjudicar a la población. Esta medida podría también
adoptarse en todos los países miembros de la Organización de Estados
Americanos.

Cuarto. El gobierno federal debiera también negar el acceso de
apologistas del golpe, contratados por el nuevo gobierno ilegal
hondureño, para influenciar al gobierno federal en su defensa. Entre
ellos destacan Lanny Davis, abogado, próximo a los Clinton (defendió al
Presidente Clinton durante el famoso caso Lewinsky) que ha sido
contratado por el gobierno golpista para tratar de influenciar a la
Ministra de Exteriores de EEUU, la Sra. Clinton, y al Congreso de EEUU.
Y el otro apologista del golpe es Bennett Ratcliff, abogado
estadounidense que, según el The New York Times, es próximo a Micheletti
y persona influyente en el Congreso de EEUU, conocido dentro del Partido
Demócrata por su falta de escrúpulos en su objetivo de optimizar sus
ingresos.

Quinto. El presidente Obama debiera cambiar su equipo de consejeros en
temas de América Latina, entre los cuales está el Sr. Jeffrey Davidow,
que estuvo en la Embajada Estadounidense en Chile durante el golpe del
general Pinochet.

Sexto. El Presidente Obama debiera recibir al Presidente legítimo de
Honduras. Hasta hoy no lo ha recibido, un hecho criticable que resta
credibilidad a su supuesto apoyo a tal Presidente como legítimo Jefe de
Estado de un país, que EEUU siempre ha considerado de gran importancia
estratégica para sus intereses. La Administración Obama debe ser
consciente de que el gobierno federal de EEUU ha intervenido
sistemáticamente (incluyendo el envío de tropas estadounidenses) a favor
de los intereses oligárquicos hondureños aliados a Compañías
estadounidenses (The United Fruit Company), que instauraron dictaduras
sostenidas por el gobierno federal de EEUU. Tal distanciamiento de la
Administración Obama hacia el Presidente Zelaya daña la credibilidad de
su compromiso con la existencia de democracia en aquel país.

Séptimo. La Administración Obama no ha condenado específicamente los
actos de brutal represión que están teniendo lugar en aquel país, que
incluyen detenciones y desapariciones, ataques armados a la población,
interrupción de libertad de prensa y de comunicación, e interrupción de
todos los sistemas de comunicación, incluido Internet.

Octavo. La Administración Obama ha sido la mayor fuerza en el proceso de
mediación en Costa Rica, entre los golpistas y el Presidente legítimo de
Honduras, estableciéndose relaciones bilaterales con igualdad de
representatividad, que alcanza su forma más paradójica cuando se trata
al principal golpista con los mismos tratamientos que al Presidente
legítimo. Es bochornoso que se considere a los dos lados como iguales.

Se me dirá, con razón, que el Presidente Obama (independientemente de su
sentimiento y opinión personal) tiene que ir con pies de plomo en lo que
hace, debido a la gran fuerza que los conservadores todavía tienen en
EEUU. Recordemos que el Presidente John Kennedy fue asesinado cuando
intentaba el deshielo con el gobierno cubano de Fidel Castro. Las
fuerzas conservadoras son enormemente poderosas en EEUU. Y limitan y
obstaculizan cambios en la política exterior (e interior) de aquel país.
Y es ahí, precisamente, el quid de la cuestión. Que las políticas de
Obama sean mejores que las de Bush (lo cual es muy positivo) no quiere
decir que el Presidente Obama sea ahora la fuerza política progresista
que cambiará América Latina. Ni mucho menos. Lo mejor que puede hacer la
Administración Obama es neutralizar las fuerzas conservadoras
(claramente reaccionarias) existentes en su entorno y en el Congreso de
EEUU (incluido en el Partido Demócrata). Estas fuerzas limitan lo que
Obama puede hacer en Latinoamérica, incluso en el caso, más que
probable, que él deseara sinceramente un cambio muy notable en sus
relaciones con América Latina.

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu
Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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