viernes, 17 de julio de 2009

libertad y el futuro

Por: Raimundo Lopez

Tegucigalpa, 13 jul (PL) En Honduras se libra una importantísima batalla por la libertad y el futuro de los pueblos de América Latina, afirmó hoy el candidato presidencial independiente Carlos H. Reyes.

El veterano dirigente sindical explicó a Prensa Latina que esa es una razón más de los hondureños en su resistencia pacífica por lograr impedir que se legitime el golpe de estado del 28 de junio último contra el presidente Manuel Zelaya.

Imagínese si mañana a los militares de El Salvador no les gusta el gobierno del presidente Mauricio Funes y le quieren aplicar el mismo modelo en marcha en Honduras, afirmó.

Añadió que de tener éxito la asonada militar contra el presidente Zelaya todos los gobiernos progresistas enfrentarán esa nueva amenaza desde sus fuerzas armadas.

Esta lucha nuestra es importantísima y es de carácter continental, subrayó.

Reyes participó este lunes en una asamblea de la dirección colegiada del Frente Nacional contra el Golpe de Estado, durante la cual se acordaron nuevas manifestaciones para recuperar la normalidad democrática de la nación.

Citó entre estas la realización de acciones de resistencia prolongada el jueves y viernes próximos en Tegucigalpa y San Pedro Sula, las dos más importantes ciudades de Honduras.

Agregó que esos días, organizaciones populares de los países limítrofes, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, harán también marchas solidarias hacia la frontera con Honduras.

Reyes apuntó que la movilización popular no se detendrá en Honduras hasta el regreso a su cargo del presidente legítimo elegido por el pueblo.

"LATINOAMERICANOS UNIDOS"

Tegucigalpa, Jul. ABN (Antonio Núñez Aldazoro, enviado especial).- Periodistas hondureños condenan enérgicamente la deportación forzosa de los equipos periodísticos de Telesur y Venezolana de Televisión (VTV), los cuales se encuentran en la ciudad de Tegucigalpa, capital de Honduras, siguiendo paso a paso el desarrollo de las manifestaciones y eventos que se han registrado en este país centroamericano desde el pasado 28 de junio, fecha en la que un golpe militar derrocó al presidente legítimo Manuel Zelaya.

Los reporteros, camarógrafos y técnicos de Telesur y VTV fueron interceptados la noche del sábado por un grupo de policías, quienes advirtieron tener órdenes de revisar la documentación de los periodistas venezolanos alojados en el hotel Clarion de Tegucigalpa.

Esto ha provocado una reacción de condena de los periodistas hondureños que, en general, advierten que son estas dos plantas televisivas las únicas que están informando al mundo la realidad que vive actualmente Honduras, bajo la dictadura impuesta de Roberto Micheletti.

El periodista Melvin Reyes, de la Televisión Nacional de Honduras (TNH), planta hoy bajo el control de los golpistas, calificó de lamentable la acción contra los reporteros venezolanos. 'Me da vergüenza como hondureño. Condenamos esta situación, la cual demuestra que no hay respeto a los derechos humanos en este país', indicó.

Por su parte, Efraín Vanegas, periodista de La Tribuna, medio impreso duramente criticado por estar aliado con los intereses de la dictadura, reconoció está situación demuestra la postura hipócrita de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en materia del respeto y la garantía de la integridad física de los periodistas.

'Esto ratifica que lo que ha pasado en Honduras no ha sido una simple sustitución presidencial, sino un acto fuera de toda legalidad', advirtió.

El reportero Cristian Najera, del Canal 11 de Honduras, dijo: 'Esto es una bofetada a la libertad de expresión y ratifica la represión que desde el 28 de junio se ha venido registrando contra los medios nacionales e internacionales. Esta es la confirmación de que este gobierno miente sobre la realidad que está pasando aquí en Honduras'.

Edgardo Scotto, de Radio Reloj, condenó la censura que desde el mismo 28 de junio se ha impuesto a los medios de comunicación. Sobre la retención y posible deportación de VTV y Telesur coincidió con Najera al afirmar que queda en evidencia el carácter antidemocrático del régimen de Micheletti.

'Ellos dicen que son demócratas y que respetan el derecho a la información, cuando este hecho bochornoso, vulgar, reprochable y violento ratifica la verdadera cara de la dictadura que hoy controla los destinos de Honduras', explicó.

El periodista de la emisora Radio Globo, Carlos Paz López, dijo que lo que se está haciendo contra Telesur y VTV forma parte de los férreos controles que está imponiendo Micheletti contra la prensa internacional 'que es la única que le está diciendo al mundo que lo que estamos padeciendo en Honduras es un golpe de Estado'.

'Este gobierno está usando su brazo armado para coartar la libertad de prensa y fortalecer su campaña internacional para legitimar la dictadura de Micheletti', finalizó.
 
"LATINOAMERICANOS UNIDOS"

"Neogolpismo", por Juan Gabriel Tokatlian

El golpe de Estado convencional -la usurpación ilegal, violenta,
preconcebida y repentina del poder por parte de un grupo liderado por
los militares y compuesto por las fuerzas armadas y sectores sociales
de apoyo- fue una nota central de la política latinoamericana y del
Tercer Mundo durante el siglo XX.

El fin de la Guerra Fría, la ola democratizadora de los años noventa, el
avance de la globalización, la gradual reducción de las disputas fronterizas
entre países, la creciente interdependencia mundial y las promesas de la
integración económica regional parecieron presagiar el ocaso del golpismo
en la periferia. Sin embargo, el espectro golpista sigue intacto. Desde 2000
a la fecha se han llevado a cabo 24 golpes de Estado, unos exitosos y otros
fallidos, en Africa, Asia y América latina y el Caribe. Los dos últimos, en
2009, se han producido en Madagascar y Honduras.

Con el tiempo, se fue gestando un neogolpismo: a diferencia del golpe de
Estado tradicional, el "nuevo golpismo" está encabezado más abiertamente
por civiles y cuenta con el apoyo tácito (pasivo) o la complicidad explícita
(activa) de las Fuerzas Armadas, pretende violar la constitución del Estado
con una violencia menos ostensible, intenta preservar una semblanza
institucional mínima (por ejemplo, con el Congreso en funcionamiento y/o la
Corte Suprema temporalmente intacta), no siempre involucra a una gran
potencia (por ejemplo, Estados Unidos) y aspira más a resolver un impasse
social o político potencialmente ruinoso que a fundar un orden novedoso.

En Latinoamérica ha existido una suerte de "aprendizaje" en materia de
golpismo. Por ejemplo, los que se efectuaron en Ecuador -contra Abdalá
Bucaram en 1997 y Jamil Mahuad en 2000- fueron ganando en efectividad
y sofisticación, al punto de que los "putchs" cívico-militares fueron, a
regañadientes, tolerados y aceptados en la región. No existió una virulencia
desproporcionada y las sucesiones presidenciales se encargaron de darles
visos de cuasi constitucionalidad. Washington y Brasilia (en especial, en el
caso de Mahuad) no cuestionaron seriamente lo ocurrido y el Grupo de Río
y la Organización de Estados Americanos se desentendieron.

Tiempo después, en 2002, se produjo la fracasada remoción forzada de
Hugo Chávez en Venezuela. La región -particularmente Argentina, Brasil y
Chile- reaccionó de inmediato, repudiando lo ocurrido y definiendo lo
sucedido con el calificativo de golpe de Estado. La Casa Blanca no deploró
el golpe; más aún lo justificó (lo mismo hicieron España, Colombia y el
Fondo Monetario Internacional). La administración del presidente George W.
Bush actuó como si se tratase de un "golpe benévolo"; es decir, le dio la
bienvenida al intento de derrocamiento de un gobierno electo
democráticamente, ya que los golpistas actuaban en consonancia con las
preferencias ideológicas de Estados Unidos. La coalición cívico-militar
venezolana terminó consumando un golpe ortodoxo y autoritario que, no
obstante, resultó fallido: el detenido Hugo Chávez retornó a la presidencia.

Dos años más tarde, en 2004, se produjo la salida forzada de Jean- Bertrand
Aristide en Haití. Tal como en Venezuela, en el ejemplo haitiano los
golpistas insistieron en que Aristide fue el que provocó, con su
comportamiento, la crisis institucional que lo llevó a su remoción del
gobierno: de ese modo se justificó la destitución del presidente. De hecho,
se producía -al igual que en el caso de Chávez pero esta vez con éxito- una
inversión de valores, pues se terminó responsabilizando a la víctima en lugar
del victimario. La coalición golpista y Washington aprendieron de un error
previo en el caso venezolano: en vez de detener temporalmente a Aristide,
el embajador de Estados Unidos puso al depuesto mandatario haitiano en
un avión y lo envío a República Centroafricana; donde se había producido
un golpe de Estado exitoso en 2002 y el golpista François Bozizé hizo
redactar una nueva Constitución y resultó electo presidente en 2003.

Así llegamos al primer golpe de Estado exitoso en Centroamérica en el siglo
XXI: el 28 de junio fue derrocado el presidente de Honduras, Manuel Zelaya.
El presidente del Congreso, Roberto Micheletti, asumió como mandatario de
facto. Los militares irrumpieron en la residencia oficial de Zelaya, lo
detuvieron y lo trasladaron a Costa Rica. Los golpistas de la poderosa
coalición cívico-militar aprendieron las lecciones de Venezuela y Haití:
preservando el funcionamiento del Legislativo y del Judicial, expulsaron del
país al mandatario constitucional. Sin embargo, en esta oportunidad el
rechazo y repudio general fueron elocuentes. Todo el hemisferio, sus
organizaciones políticas, las Naciones Unidas, la Unión Europea, el Banco
Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, ONG de derechos
humanos y gobiernos de diversa orientación ideológica se manifestaron
masiva y unánimemente contra el golpe de Estado.

La coincidencia de voces fuertemente críticas es muy alentadora. Sin
embargo, si el golpe resulta victorioso -y esto significa que Zelaya no es
restituido siquiera temporalmente en la presidencia- entonces la tentación
del neogolpismo regional crecerá. Los golpistas entonces habrán aprendido
una nueva lección: deponer y ejecutar el mandatario en el gobierno, simular
que la crisis era de tal envergadura que no había otra opción que remover al
Ejecutivo, mantener formalmente las instituciones y esperar hasta que las
políticas antigolpe de la comunidad internacional resulten improductivas.

El caso de Honduras es muy trascendental: el futuro de la democracia en
América latina está en juego. Y eso lo saben todos, en Washington, en
Caracas y en Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario