lunes, 20 de julio de 2009

Democracia participativa y poder popular

From:          Directiva AES

Viernes, 17 de Julio de 2009 / 09:35 h

Democracia participativa y poder popular
 Oscar A. Fernández*

Antes de hablar de nuestro tema considero importante que examinemos los diversos significados de la palabra participación. Se habla de participación cuando la gente: a) asiste a reuniones; b) cuando sale a la calle a manifestarse a favor o en contra de algo; c) cuando vota en los procesos electorales, d) cuando ejecuta determinadas tareas: campañas de alfabetización, de vacunación, etcétera; e) cuando hace sentir su voz en una reunión. Todas estas son, sin duda, formas de participación, pero, a mi entender, la principal forma es la participación en la toma de decisiones y en el control de la ejecución y mantenimiento en el tiempo de las medidas adoptadas.

Hemos de abordar el tema de la democracia y la participación popular, dando una posición al respecto y estableciendo parámetros que surgieron de investigaciones acerca de varios gobiernos locales y su relación con los gobiernos de participación popular de América Latina.

Pero, ¿en qué se diferencian los gobiernos de participación popular de los gobiernos autoritarios y elitistas de derecha, que hoy tratan de volver a la palestra política, como sea incluyendo “golpes de Estado”, a semejanza del experimento que la CIA (brazo oscuro del Imperialismo) ha hecho en Honduras.

Los gobiernos populistas del más diverso matiz se caracterizan, a diferencia de los autoritarios, por poner en práctica políticas de beneficio popular, y en esto tienen semejanzas con los gobiernos de participación popular, pero hay algo que los separa en forma abismal: ellos gobiernan para el pueblo, pero no gobiernan con el pueblo y, por eso, su estilo de administración es similar a los gobiernos autoritarios de derecha. 

Las grandes obras urbanísticas son reemplazadas por obras sociales: vasos de leche para suplir el déficit alimentario, policlínicas, escuelas; obras que son ejecutadas y administradas por personal de la alcaldía o del Ministerio respectivo y que el pueblo recibe pasivamente como una dádiva; obras que suelen tener un carácter meramente clientelista dirigido a ganar el apoyo electoral de los ciudadanos.

No hay democracia sin ámbitos adecuados para la participación y toma de decisiones
Una de las primeras tareas, para poder lograr la participación de la gente, ha sido la de crear los espacios apropiados para ello. Se han ideado así diferentes propuestas de descentralización de la actividad del gobierno, pero aquí es necesario precisar primero, de qué tipo de descentralización se trata.

Existe otra concepción que plantea, no sólo una desconcentración administrativa y presupuestaria, sino también una descentralización política, es decir, darle al ciudadano la posibilidad de poder gobernar: otorgarle poder de iniciativa, poder de decisión y poder controlador de la gestión municipal en su espacio de participación. Por ejemplo, en las democracias participativas de las naciones modernas y civilizadas, existen recurso como el plebiscito y el referéndum, que permiten tomar decisiones estratégicas a los pueblos. Estos mecanismos, a pesar que causan terror en las burguesías, deben de implementarse si nos preciamos de ser una sociedad que marcha con los signos de los tiempos.

Esta descentralización política implica necesariamente una participación popular, porque de lo contrario no hay descentralización política. Las fuerzas de derecha sólo proponen desconcentrar administrativamente, pero las comunidades siguen en su calidad de contribuyentes y el gobierno sigue teniendo centralmente el poder. Nosotros proponemos desconcentrar administrativamente, pero además, que el vecino pase de ser un vecino contribuyente a ser un vecino gobernante. Esto es descentralización política y participación. 

Esta nueva calidad que asume el ciudadano de poder participar del acto de gobernar, gesta un vecino con un gran sentido comunitario, solidario, humano, participativo. Así se adquiere una cultura de participación y además se profundiza en la formación cultural política de los pueblos-

Este tipo de relación con el poder local no los distrae de los grandes problemas nacionales -como la reforma neoliberal del Estado, la salud pública, la educación, el precio de los alimentos, salarios, etc., muy por el contrario, al sentirse responsable de los problemas locales y percibir que éstos muchas veces no pueden ser resueltos por los límites que le impone el estado central y el sistema económico imperante, los ideologiza y les hace comprender que si se desean resolver los problemas locales, la mira debe estar puesta en el poder central.

Ahora bien, cuando se plantea hacer un esfuerzo de descentralización política, se plantea la necesidad de crear espacios más apropiados para la participación política de los vecinos. Se combinan, por ejemplo, distintas formas de participación de acuerdo a las etapas del proceso de discusión: asambleas por regiones o parroquias, con asambleas de barrios. La experiencia indica que, en muchos casos, es el barrio, donde los vecinos se conocen y pueden reunirse con mayor facilidad, el espacio ideal, para que éstos asuman las tareas de cogobernar con la alcaldía.

No hay democracia si no se toma en cuenta la cultura organizativa del pueblo
No basta crear los adecuados espacios de participación, es necesario buscar formas organizativas para ponerla en práctica.

Con esto no se puede ser espontáneo. La participación debe ser organizada, dirigida y enrumbada a las cuestiones públicas que más provocan problemas a los ciudadanos, pero respetando la cultura organizativa de cada comunidad, sin imponer modelos “racionalistas”. Una gestión democrática y popular exige el respeto de la tradición organizativa y cultural de la gente, al mismo tiempo que se le educa en los valores positivos de la convivencia ciudadana, la tolerancia y la organización social y política.

*Pedagogo y Politólogo
Asesor en Políticas Públicas

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