miércoles, 15 de julio de 2009

TRAS EL GOLPE: APUNTES PARA UNA REFLEXION POLITICA

De: Oscar Amaya Armijo

Oscar Amaya Armijo
 
Es una obviedad decir que el panorama político del país desde el punto de vista político, no es nada halagador; sobretodo, para los sectores oligárquicos quienes, en un afán por mantener sus privilegios, han creado una encrucijada  compleja, cuyas características se plantean sucintamente de la siguiente manera:
 
Los miembros más conservadores del bloque de poder dominante, integrado por la oligarquía burgués terrateniente, se resiste al cada vez más creciente reacomodo que sectores avanzados de la burguesía y pequeña burguesía urbana y rural desarrollan en América latina, en alianza con el movimiento popular organizado, para  alcanzar mayores niveles de participación en la conducción del aparato económico y estatal,  e influir en la toma de decisiones fundamentales que atañen con el racional aprovechamiento de los recursos naturales y financieros e invertir, parte de los excedentes que genera la producción social,  en el desarrollo humano, basado en la equidad.
 
Es en este marco en el que se inscribí  el caso de Honduras,  donde un golpe de estado perpetrado en la madrugada del 28 de junio ha exacerbado  las contradicciones de clase, polarinzàdolas al máximo, ya no por la vía indirecta de los partidos oligárquicos, sino que mediante la confrontación directa entre las clases sociales, y en donde la oligarquía acude a los aparatos de represión estatal, política e ideológica a su servicio, para mantener y ampliar sus privilegios. No esta demás apuntar, que Honduras es uno de los países más pobre y atrasado del continente, con unos niveles de exclusión rayanos en la ofensa.
 
Con el golpe de estado, recurso que se valió la oligarquía para derrocar a Manuel Zelaya Rosales, se abren las reclusas de una guerra civil sin precedentes en la historia del país, al menos que estos mismos sectores desmonten la aventura político militar en la que están envueltos; de lo contrario, en el corto plazo, las condiciones políticas variaran ostensiblemente, exponiendo al peligro la celebración de los comicios electorales previstos para el 29 de noviembre, ya de por si signados por la ilegalidad. Esta guerra civil, se alejará, por supuesto, del carácter que revistieron las montoneras protagonizadas por los partidos liberal y nacional  a principios del siglo XX, con el fin de  allanar el camino para que una de las compañías bananeras, de origen norteamericano, se apoderara de las mejores tierras del litoral atlántico. En cambio, el carácter fundamental de esta guerra civil estaría dado por la lucha de clase que  le imponen, por un lado, la  participación de la oligarquía burgués terrateniente, con su ejercito y demás aparatos represivos e ideológicos y, por el otro, la burguesía emergente, la pequeña burguesía rural y urbana, y los amplios sectores obreros y campesinos organizados en diferentes agrupaciones  gremiales.
 
Si los sectores en pugna logran desmontar la aventura político militar y restituyen a su mandato al presidente Manuel Zelaya Rosales, aún así no podrán evitar el descalabro que sufren los partidos políticos tradicionales (apostaron al golpe), dado que enormes contingentes de su militancia se han aliado con el movimiento Poder Ciudadano, Unión Democrática, eduardistas, etc., y que conjuntamente con  sectores del movimiento popular, sindical y social, constituyen   un movimiento político y de masas de grandes proporciones jamás visto en el país, y que luchan no solo por desmontar el golpe, sino que se perfilan como un contendiente con posibilidades de ganar las elecciones previstas para el 29 de noviembre y realizar los cambios estructurales planteados. Este movimiento, liderado por el presidente depuesto, ha apocado a los candidatos políticos de la oligarquía (Elvin Santos un líder deslucido, sin carisma, y José Porfirio Lobo, político que emigró del Partido Comunista de Honduras a las posturas de derecha, huyendo de la represión impuesta por la Política de Seguridad Nacional en la década de los ochenta) y que dada la velocidad con que trascurren los acontecimiento, no les queda otra alternativa que unirse bajo el esquema de la Acción Democrática , una institución oligárquica, financiada por sectores reaccionarios de Estados Unidos para detener, por la vía electoral, la avalancha política y defender los intereses de la oligarquía terrateniente burguesa. Para muchos analistas, este ensayo político podría ser  una vía para evitar la guerra civil en marcha.
 
Si dentro de los acuerdos políticos, tras la restitución de Zelaya Rosales, se establece ampliar la participación política, para darle paso a la incorporación de ese enorme contingente que emergió de la oposición al golpe, habría, entonces, que establecer en su interior alianzas para buscar un candidato único que coyunturalmente lidere el movimiento. En realidad, en este movimiento se perfilan dos lideres que ya han anunciado sus candidaturas: Cesar Han de la Unión Democrática (UD), líder que acompañó a Zelaya Rosales en su propósito de establecer entre los hondureño la consulta popular y Carlos H. Reyes, líder emblemático y con mucha trayectoria en las luchas sociales del país, cobijado en el Bloque Popular, organización que también acompaño al presidente depuesto  en sus lucha por establecer en Honduras la participación ciudadana.  La UD podría ser el recurso que utilizaría este movimiento para canalizar el descontento de liberales, nacionalistas, udeitas, pinuistas y del movimiento popular y social para apoyar un candidato único que saliera de sus filas, ya que votar por Elvin Santos y José Porfirio Lobo, sería legitimar el golpe de estado por la vía electoral.
 
Las perspectivas políticas en Honduras si se restituyera a Zelaya Rosales, son sombrías en el mediano plazo, porque al desmontarse el golpe y con él la guerra civil, solo restarían pocos meses para reordenar la institucionalidad, restañar las contradicciones entre el bloque de poder dominante y continuar en los cánones de la “gobernabilidad”, situación ésta que no será nada fácil, dado que los grupos ultraderechitas tratarían de sabotear toda actividad estatal post golpe de estado. Si se diera el caso que la ultraderechista Acción Democrática, ganara las elecciones, el golpe de estado, su contenido político y clasista, estaría legitimado y con ello la represión estatal, y se continuaría con las mismas condiciones económicas  políticas y sociales que se generan del neoliberalismo. Si por el contrario, todos los sectores unidos contra el golpe (Frente Nacional contra el Golpe) enumerados párrafos arriba, ganan las elecciones, se establecen las condiciones para organizar una constituyente que reforme la Constitución de la Republica para iniciar la practica de unas relaciones sociales, políticas y económicas más equitativas, más incluyentes y con mayor participación ciudadana.
Las posibilidades de evitar una guerra civil son remotas por las ansias de poder manifestada por quienes hoy  mantienen los hilos del poder; no obstante, la esperanza de evitar el holocausto, pérdidas humanas, recursos naturales y económicos, pasa por una ecuación sencilla, pero terrible que no se le desea a  país alguno, menos a Honduras: O HAY PATRIA PARA TODOS O NO HAY PATRIA PARA NADIE. Se espera se transite por los caminos de la reflexión y la cordura por encima de los bastardos intereses de un sector social.

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